martes, 17 de noviembre de 2009

La queja de Calderón

INSEGURIDAD
15/noviembre/2009

*La debilidad de FCH es de origen
*¿Sabe hacia dónde va, o no?

Lo dicho. A Felipe Calderón Hinojosa le ha quedado grande la investidura presidencial. Y, claro está, Calderón ejerce un gobierno para el servicio y el interés de unos cuantos; es decir, de los hombres poseedores de las más grandes fortunas de México —que son unos cuantos, pero muy poderosos—, y toma decisiones o acciones de gobierno que en general derivan en problemas porque están muy por arriba de las necesidades y del bienestar de la sociedad.
Se olvida del precepto constitucional, referente a “la forma de gobierno”, que en el Artículo 39 dicta: “Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
No obstante, ese es uno de los principales problemas de Felipe Calderón: lleva en la frente el sello del fraude electoral con el que, sin embargo, se sentó en la silla presidencial. Y lo persigue la denuncia de su principal opositor: Andrés Manuel López Obrador. Por eso, Felipe carece de la legitimidad, de la autoridad y de la fuerza, que son necesarias para tomar las decisiones —como la persona en quien recae la titularidad del poder Ejecutivo— que exige la resolución de los muchos y muy graves problemas de este país.
Y es, desde luego, la legitimidad lo que le da a un gobierno la credibilidad y la autoridad también para tomar decisiones. Y con la credibilidad se gana la confianza y el liderazgo propios para gobernar bien; y gobernar bien es hacerlo para todos. Incluso en perjuicio de algunos para satisfacción de todos. Porque las decisiones de un buen gobierno son para el bienestar general. Decisiones que se toman, también, bajo el consenso y la participación de todos. Porque eso es lo que da el sustento a la gobernabilidad y a la democracia.
Pero, justamente, Calderón no resuelve lo que debe sino lo que le imponen: por su debilidad, su fragilidad como presidente y la vulnerabilidad que carga. O, lo que sería más grave, por falta de voluntad política o ignorancia por el ¿qué hacer? Pero les circunstancias actuales, el caso es que responde más a las presiones de aquellos hombres o sectores de poder con quienes tiene más trato y cuyo apoyo supone indispensable para gobernar. Es orillado o presionado a ello, más que a decidir libre y democráticamente; a tomar decisiones indispensables para resolver los problemas del país.
Cierto que también para gobernar se requiere de alianzas. El poder no se ejerce sin aliados. Pero, además de aliados, también debe ejercerse en el equilibrio de todas las fuerzas políticas y sociales. Bajo la participación de todos. De lo contrario se ejerce un gobierno sectario, para unos pocos y, con tintes autoritarios.
Es el caso de Felipe Calderón, pues aunque lo negara, está cediendo más a las presiones de los hombres del dinero. El problema es que, lo sabemos todos, los empresarios pugnan sólo por sus intereses. No sucedería igual si Calderón pisara en el terreno firme de la legitimidad y la confianza. Si supiera hacia dónde ir. O si ejerciera como un líder con los apoyos todos requeridos para gobernar sin arriesgar la estabilidad y la gobernabilidad; sin poner en peligro el equilibrio social, que es hacia donde se conduce el gobierno de Calderón y de los panistas, porque ellos son corresponsables de las decisiones presidenciales —ya como partido en el poder, ya por su militancia de orígenes empresariales.
Sobre todo por su inclinación a favor de la iniciativa privada, como lo ha revelado en estos días y con motivo del paquete fiscal 2010, y el reclamo previo de que los empresarios no pagan impuestos. Fue durante la batalla por el paquete fiscal que los empresarios arremetieron en contra de su propuesta, y por ello no avanzó, se queja Calderón.
Los empresarios son los responsables, dijo Calderón, de no haber logrado un mejor paquete fiscal en el Congreso de la Unión. ¿Por qué? Porque “se opusieron a que se suprimiera la figura de la `consolidación fiscal´, la cual les permite pagar mucho menos impuestos de los que pudieran pagar”. Pero no sólo eso. También resulta que “la liquidación de Luz y Fuerza del Centro —expresó el mismo Felipe— fue una decisión a la cual el gobierno fue llevado y presionado… y llegó el momento en que no había otra alternativa”. Revelaciones del jueves en el avión que lo llevó a Singapur, a la cumbre del Foro Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC).
En este último punto no dejó en claro si se refería a las presiones derivadas de las fallas del mismo sindicato, el SME, o a presiones de los interesados en privatizar el servicio eléctrico. En el primer punto, Calderón refirió que “en su iniciativa de Ley de Ingresos para 2010 se incluía una propuesta para limitar el régimen de consolidación fiscal, en la cual durante muchos años las empresas en México han realizado ingenierías fiscales que les permiten pagar mucho menos impuestos de los que pudieran pagar, si no existiera esa figura”.
En el segundo aspecto, el SME no sería quien hiciera presiones, sino que las mismas derivaran de los interesados en el negocio de las telecomunicaciones apropiándose de la infraestructura de la empresa LyFC, por el tendido eléctrico alcanzado. Luego entonces, el presidente Calderón estaría siendo orillado a tomar decisiones en interés de otros que, en este caso, irían en contra del SME y de la sociedad misma que recibe el servicio de abasto de luz.
Es decir, Felipe Calderón estaría pagando el costo de la ilegitimidad originaria, tras la elección que lo colocó en la silla presidencial. O, lo que es igual de perjudicial, no sabe conducir al país porque el paquete lo rebasó.
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(*) Sociólogo. Exdirector de El Día.

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