martes, 10 de noviembre de 2009

Felipe Calderón, el responsable

IN-SEGURIDAD
6/noviembre/2009

*No hay señales de cambiar al país
*Sigue la crisis, falsas esperanzas

Nada personal. Todo en términos de la función pública que le corresponde. Pero Felipe Calderón es el objetivo de los señalamientos porque es el principal responsable de la toma de decisiones que atañen a los destinos del país. Al menos durante los seis años para los que —se supone— resultó electo. Es quien está obligado a enfrentar los problemas y hacer lo mejor por el bienestar de todos. Por la permanencia, la continuidad y la estabilidad de los mexicanos y del país.
Tal que si lo logra, se le debe reconocer porque para eso funge como el Presidente de la República. Pero si no, entonces no puede quejarse de los señalamientos y la crítica. Como corresponde naturalmente en una democracia —con todos sus bemoles—, aún en ciernes, como la nuestra.
Y Calderón, con sus más de tres años en el poder, no ha hecho algo bien. Ni tiene madera para lo sucesivo. Como su antecesor en la silla presidencial (el señor de las “trastadas”), no tiene un plan general, un rumbo de país. No ha creado un programa siquiera mínimo para resolver las cosas. Pragmático como es, no tiene miras de largo plazo.
No sólo eso, no articula las ideas en proyectos. No sabe aterrizar, ni tiene a los operadores que le hagan la chamba, como Vicente Fox. No hay cabilderos en el gabinete. Al contrario, tiene remedos de su “estilo personal de gobernar”: tomando decisiones arbitrarias (autoritarismo por sus resolutivos de facto) para enfrentar las cosas. Como su secretario del Trabajo, Javier Lozano. Por cierto que los intereses que defiende su gobierno no son para el bienestar común sino todo lo contrario. Como corresponde al problema de la desaparición de LyFC, en aras del negocio “oscuro” —pero millonarísimo— de la fibra óptica.
A Calderón le quedó grande la silla. Como lo simplifican los moneros. No supo aprovechar el ser Presidente. Tiene las ventajas del presidencialismo en las manos y se le escurren como el agua. No obstante que los panistas, él y Fox, heredaron una institución (en un alto grado de desgaste, pero viva) con amplios poderes no sólo constitucionales sino hasta los llamados “metaconstitucionales”, no lo han sabido operar. Han perdido el control de muchos de los hilos que sí controlaban los presidentes priistas. Los han desaprovechado. Por eso el activismo de los gobernadores.
Calderón sabe sólo sabe posar ante las cámaras de televisión. Para articular discursos es bueno. Pero actúa más como el líder del PAN, que como el dirigente de México. Y ve únicamente lo que quiere, no lo que ocurre en el país. Como Fox vivía en foxilandia, también él vive en calderolandia. El caso es que los problemas se profundizan. Y el país se encamina hacia la catástrofe. Sin ser catastrofistas.
No lo ven tampoco los panistas. Pero los problemas están en el límite de la tolerancia. Para la gente común y corriente la situación es grave porque no encuentra trabajo. Lo contrario, el que lo tenía lo está perdiendo. El dinero en las bolsas de las familias ya no alcanza para comprar lo elemental para comer, y satisfacer otras necesidades básicas (véase el costo de la canasta). Incluso para pagar los servicios que presta el mismo Estado. Muchos mexicanos se están incorporando a las filas del comercio informal. Y la economía crece hacia la informalidad. Por eso una aparte de la crítica al paquete económico del año entrante es que engrosen las filas del comercio informal. Porque la ley de ingresos 2010 es recesiva y no alienta la economía. El problema es todavía mayor en el campo. Máxime cuando la crisis en EU ha desempleado a muchos mexicanos. Por eso ahora la ruta de las remesas se ha invertido.
Según las encuestas más conservadoras, los jóvenes en este país no tienen alternativas de nada. El Estado no se ocupa en dárselas. Y entre los temores principales están al menos tres: no encontrar un trabajo, morir joven, y contraer una enfermedad incurable. Esperanzas ninguna. El problema para los niños es mayor. Ahora entre las madres reina el temor de ser víctimas del robo de un infante o del secuestro. La inseguridad es una amenaza para todos. El robo y el asalto ya se quedaron atrás, como entre los delitos de mayor temor para la gente. El problema del secuestro ha infiltrado enormemente a la sociedad. Por eso es fallida la lucha declarada de Calderón al crimen organizado. Ha enfilando mal sus baterías. Por lo mismo hacen falta los cambios. Pero de fondo y no de palabra.
El presidente no debería lanzar discursos de expectativa o falsas promesas. Como el de ayer, de que México ha salido de la profunda recesión a la que fue orillado por la crisis internacional. Todavía no hay nada que indique que la economía crecerá al 3 por ciento en el 2010. Porque los indicadores siguen siendo negativos. Y no hay indicios de que eso cambie pronto. Tampoco tiene, siquiera para albergar esperanzas, un plan de recuperación económica. FCH debería ser más realista que pesimista sin fundamento. Sin ser tampoco catastrofistas. Eso no viene al caso.
Asumir el reto de cambiar a fondo este país. Se ha dicho mucho que a México le falta un Pacto de la Moncloa (con sus adecuaciones, claro). Sí, pero también un Adolfo Suárez con la voluntad política suficiente para lograr el consenso. Que le falta una reforma del Estado. Sí, pero no en los términos del salinismo, alentada por organismos financieros como el FMI y el BM, sino con proyectos propios. Que una refundación republicana. Sí, pero ¿quién hace la convocatoria que se requiere? Felipe Calderón es el responsable pero no lo hará. Eso seguro.


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(*) Sociólogo. Exdirector del periódico El Día.

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