martes, 10 de noviembre de 2009

Inseguridad, ¿por qué?

In-Seguridad
21 de octubre de 2009

*El gobierno a medias tintas de Felipe Calderón
*Resolver, cuestión de proyecto y a largo plazo

Nada sería más grato que llamar a esta columna que el lector tiene a la vista como “Seguridad”, a cambio de su antítesis. Pero la situación que vivimos en estos momentos en el país no da para eso. Lamentable, pero así es.
El Partido Acción Nacional, desde que el poder Ejecutivo está en sus manos, no parece gobernar. O gobierna a medias, porque las circunstancias lo han rebasado con creces. En muchos sentidos, tanto por los problemas heredados por los largos años de régimen priista, como los propios desatendidos por Vicente Fox y Felipe Calderón. De modo que, en conjunto, generan un clima adverso. De ahí la inseguridad que se vive en muchos aspectos que van acompañados de otros peligros creados por una incertidumbre e inestabilidad, con visos de ingobernabilidad en ciertas regiones del país.
Ya desde la promesa del “cambio” de Fox, que allanó la esperanza de los mexicanos después de 71 años de un PRI enquistado en el poder, decayó el ánimo porque quedó en la nada; o mejor dicho, en el desprestigio como corolario sexenal de tanto escándalo. Y de Calderón, que llegó cuestionadísimo al poder presidencial dese la elección, ni se diga con su trastada de “guerra” declarada para combatir el narcotráfico y al crimen organizado, sacando al Ejército de sus cuarteles para tales fines.
Si bien el PAN recogió el hartazgo ciudadano que devino de la descomposición generalizada alcanzada por el PRI en los tiempos de Carlos Salinas y luego de Ernesto Zedillo en el poder, no supo aprovechar las circunstancias. Partido activo, in situ, del trastocamiento de la institucionalidad del Estado (las llamadas “reformas estructurales”, tomadura de pelo para llevar a manos privadas los bienes antes públicos) y del clima de zozobra creado por los asesinatos político—El cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el líder del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, y todavía más el candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio— de los tiempos de Salinas y por la crisis de 1995 que le tocó administrar a Zedillo, el PAN ha cultivado el desprecio por trabajar sólo a beneficio de unos cuantos empresarios y no de los ciudadanos y para el país. Por eso ha gobernado a medias tintas.
Carente de un proyecto de país y/o de un rumbo claro de hacia dónde conducirlo, el actual gobierno del PAN encabezado por Felipe Calderón no ata ni desata. Comenzando por su misma propuesta de combatir a la delincuencia y al narcotráfico en el país, enfrentándolo con las Fuerzas Armadas, pero sin un proyecto ni una estrategia definida.
No sabe qué hacer con el presidencialismo trasnochado que practica, tampoco cómo recomponer la economía que está sumida en la crisis desde hace 30 años de ejercicio neoliberal. Su propuesta de presupuesto, para el 2010 que actualmente se disputa en el Congreso, no pasa de pretender un mayor cobro de impuestos para cubrir el boquete de los 300 mil millones de pesos que faltan por el derrumbe de los ingresos petroleros. Pero Calderón ni el PAN saben cómo reactivar la economía. O si lo saben no les interesa. No quiere defender el trabajo el “presidente del empleo”. No hay políticas para las micro, pequeñas y medianas empresas, las generadoras de fuentes de trabajo para la gente. Tanto menos para sacar el país de la profunda crisis que está viviendo durante este y el año entrante, desde que se hundió la economía de los estadounidenses.
El desorden económico y el alterado sistema político —recuérdese la quiebra de la institucionalidad desde los tiempos de Salinas a la fecha—, donde el presidencialismo ha perdido facultades —por la misma ilegitimidad de origen en el caso de Calderón— algunas de las cuales pululan entre la llamada “partidocracia”, los gobernadores, el Congreso de la Unión y los poderes fácticos, son las promotoras de tanta incertidumbre e inestabilidad.
Aunado a lo anterior, la desatención de las demandas generalizadas —ya no se diga el replanteamiento de los modelos— de la seguridad social, de la educación, del sistema de partidos, de las políticas hacia el campo, la política laboral (resuelta a la inversa y de facto como en el caso de LyFC y el SME), de combate a la pobreza (el número de pobres ha aumentado en este gobierno), de desarrollo sustentable y de “seguridad” para vivir en paz, etcétera, alientan el clima de gobernabilidad. Este amasijo de asuntos genera un ambiente propicio de inseguridad en muchos sentidos.
Es decir, la inseguridad generada estructuralmente desde el poder. O desde las altas esferas del poder del Estado. A partir de las causales que no encuentran solución, proyecto ni propuesta para su atención. Por eso, como dicen algunos amigos del medio periodístico, el problema de la seguridad se ha convertido, desde hace algunos años en el asunto número uno del país. El de mayor preocupación de las personas comunes y corrientes. Y la mejor y más rentable bandera política para los partidos en campaña. Sin que ello redunde en la elaboración de una estrategia integral para atenderla.
Porque se trata de un problema cuyos causales están muy enraizados en el pasado y no es de corto plazo. Por lo mismo, de complicada solución. Es, el de la seguridad, un problema estructural cuya solución irá atada al resto de problemas del país. Y sin un proyecto de gobierno no habrá una solución de fondo de este y otros asuntos que dificultan la vida de los ciudadanos; de las personas comunes y corrientes. El PAN recogerá la cosecha.
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(*) Sociólogo. Exdirector del periódico El Día.

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