martes, 10 de noviembre de 2009

¿En dónde estamos?

In-Seguridad
25 de octubre de 2009

*En materia de seguridad, la situación es muy volátil
*Una cosa nostra estaría por encima de un Estado fallido

Tremenda revuelta causaron en México las declaraciones del 10 de marzo pasado (hace poco más de siete meses), cuando el director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Dennis Blair, aseguró que “la influencia corruptora y la creciente violencia de los carteles mexicanos de la droga impiden a México gobernar en partes de su territorio”. Y que el país estaba al borde del colapso y de convertirse en un Estado fallido.
Las reacciones no se hicieron esperar, porque venían de un alto funcionario del gobierno de Barack Obama. Es decir, no eran opiniones de un burócrata cualquiera, porque Blair es el coordinador de las instancias de inteligencia de su país, de tal modo que hasta los informes de la CIA pasan por sus manos, o son parte continua de su trabajo. Y no lo dijo, por cierto, en una conferencia cualquiera, como se estila arrancar declaraciones a muchos políticos mexicanos, hasta las consabidas de banqueta.
No. Lo afirmó ante el Senado de su país, porque expresó: el presidente mexicano, Felipe Calderón, no está gobernando en todo el territorio debido a la influencia de los narcotraficantes. Salieron a relucir las cifras reveladas hasta esos días producto de la lucha contra el narcotráfico.
Con todo y que después Blair (que no el exministro británico sucesor de Margaret Thatcher) se retractó de sus declaraciones, puso el dedo en la llaga en México y despertó reacciones de todos lados. Quizá por eso se echó para atrás. Porque unas semanas después, más bien 15 días, el 25 del mismo mes declaró en conferencia de prensa que “México no está en peligro de convertirse en Estado fallido”. Que siempre no. Lo que había dicho con conocimiento de causa, ahora era recular. Al contrario, afirmó, “la campaña de México es nuestra campaña”.
Esto apaciguó el ambiente de reacciones al respecto en México, porque la secretaria de Estado, Hillary Clinton, llegó por esos días al país, en visita preparatoria de la llegada posterior del recién presidente Obama. De todas maneras las declaraciones parecieron muy “sospechosas”. La señora Clinton llegó a decir que el problema también era de EU, por el flujo de armas en la frontera, y porque su país representa una alta demanda de la droga del sur.
En fin. Que su país también tenía una gran responsabilidad en eso. Lo cierto es que, o bien Blair estaba haciendo un llamado de alerta, o bien creando un ambiente propicio para que llegara Obama, sin estar expuesto a mayores presiones por parte de su homólogo mexicano, Calderón. El caso es que, como decimos, puso el dedo en la llaga y/o al menos llamó más la atención sobre lo que estaba pasando en materia de tanta violencia generada por la lucha antinarco de Calderón. Y de entonces acá la situación no es diferente. O ha cambiado para mal y no para mejorar las cosas.
El caso es que el calificativo quedó ahí, en el ambiente de la política y de la percepción ciudadana, de que desde afuera nos estaban viendo mal. Que el clima que se vive adentro está impactando afuera. Y muchas veces no se calibra tan bien un asunto hasta que no se mira desde otra perspectiva. Y el problema es para el gobierno, que no está haciendo lo suficiente, pero que está impactando también a la sociedad porque le está generando mucha zozobra e inseguridad.
Pero llegar hasta la ingobernabilidad no es poca cosa. Y el asunto de la presencia de las bandas organizadas en distintas partes del territorio nacional, en donde el Estado no puede garantizar el orden, las reglas, el gobierno, el cumplimiento de los servicios y no puede defender a las personas. Si hay estados donde las autoridades se ven sobrepasadas por actividades delictivas como las extorsiones, los secuestros, el robo de vehículos, etcétera, y la población no tiene a dónde acudir, la señal de alarma no es menor.
De ser así, entonces se vive en un clima de descomposición social donde el Estado se acerca a la clasificación de un Estado fallido. Al menos los datos para fundamentarlo sobran. Y el riesgo de ingobernabilidad también. Por eso no causa asombro que el tema vuelva a la palestra mundial, y no sólo de México, no como Estado fallido, sino como algo todavía más peligroso: “La mafia está tomando el lugar del Estado”.
Esta afirmación surge de la Primera Asamblea Mundial Antimafia que se realiza en Roma, y la hace apenas hizo dos días, nada menos que un experto en crimen organizado como Edgardo Buscaglia, profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
El problema es porque la mafia está “arraigando” en la sociedad, financiando obras sociales, construyendo escuelas, sistemas de irrigación y “comienzan a tener a sus propios candidatos a gobernadores”. Casi nada: supliendo responsabilidades de gobiernos.
No obstante reconocer que “La enfermedad de México es la pobreza”, para combatir el narco en Colombia, Álvaro Uribe contó con la movilización de la sociedad para lograrlo. Y lo hizo.
Y en México —decimos nosotros— se está desperdiciando ese capital potencial. En lugar de eso se permite que el narco haga labor social. Y saca Buscaglia un calificativo lapidario: “Italia tardó cien años para que la sociedad civil reaccionara ante el poder de la mafia”. El gobierno mexicano debe hacer su trabajo para que no pase lo mismo. La sociedad no aguantaría semejante atropello. Pero se debe actuar pronto. El Estado fallido toca a las puertas del mismo Estado. No permitamos, todos, que una cosa nostra crezca por encima del Estado.
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(*) Sociólogo. Exdirector del periódico El Día.

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