martes, 23 de febrero de 2010

Un libro es para siempre

INSEGURIDAD
23/febrero/2010

*El libro no pierde la carrera con internet
*En el fondo, así se reproduce la cultura

“Un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano”. Honoré de Balzac.

Compañero de la vida. Un libro ha estado entre mis manos durante muchos años. El antecedente lo encuentro en mis primeros textos; los libros gratuitos de educación primaria. De grato recuerdo. Suma de experiencia y de emociones. Al igual que siembra de obsesiones. Son los años de la iniciación en la lectura, la herramienta óptima para el aprendizaje. Es el encuentro con las primeras letras, con los dibujos y las fotografías que bañan y embellecen las ilustres páginas. Son las historias que sorprenden. Los primeros juegos compartidos. En el salón de clase, con los compañeros. Los primeros amigos. Son de esas experiencias que se quedan, florecen y luego demandan su propio espacio.
Con los primeros libros viene la necesidad de mirar de cerca a la naturaleza; luego descubrimos los cimientos de la ciencia. Tras el encuentro con el idioma tenemos también la cimiente de la literatura. Es cuando las primeras letras comienzan a tener resonancia interna. Cuando cimbran las lecturas. Entonces las palabras toman sentido a través de la lectura. Pero más que eso: de ese modo aquilatamos la importancia de aprender. Viene la sensación y el placer de toparse con el mundo, más allá de pertenecer a una comunidad. Es como nos descubrirnos todos realizando los primeros viajes a partir de la imaginación. Es la primera utilidad, grata, que le encontramos al uso de palabras. Es como una realidad aparte que hacemos palpable sólo con el paso de los años.
Es así como descubrimos otras lenguas, otras razas. Luego aceptamos que hay personas con idiosincrasia diferente. Maneras de pensar, de ver el mundo de otro modo. Que hay países, idiomas y culturas, otras. Es la simiente de un deseo que se vuelve necesario con el tiempo: viajar para conocer más y mejor. Eso, para entender la historia que nos une. Y la cultura de los pueblos. Para saber cómo se configura un país, cómo se construye. Involucrarse en ello, por muy limitada que resulte la historia personal.
Sólo entonces la vida comienza a tener sentido. Sólo cuando trasciende su limitada perspectiva. Es cuando se adquiere el compromiso consigo mismo. Y con la gente; con su país. Y eso viene a consolidarse con los libros. Deviene el fruto de la lectura personal. La preparación inicial es la cimiente. La lectura posterior es lo que define la ruta. Lo que define incluso las inclinaciones personales. Entonces así redescubrimos lo que queremos: cuando analizamos la vida. Y luego viene la historia. Así comienzan a llegar los frutos de la imaginación. Es entonces cuando entendemos el engranaje del país, de los gobiernos, del estado de las cosas. La historia y la cultura.
Mucho se dice en nuestros días que el libro está pasado de moda. Que con la llegada de la computación y del internet el libro ha caducado. Que únicamente los viejos seguirán viviendo con la idea de consultar un libro. No se diga la impresión de los periódicos. Como si ambos, libros y periódicos impresos, quedaran únicamente para ser arrinconados en las bibliotecas. Y para registro de la historia como sinónimo de un pasado inútil.
Cierto que la red ofrece oportunidades mayúsculas. Estamos, desde el último cuarto del siglo XX, precisamente bajo la presión de la era de la computación, de las telecomunicaciones y, sobre todo, del internet. La web es un espacio —auténticamente espacial— donde se accede a verdaderos mundos de información casi instantáneamente. Y se presume que por eso el libro ya perdió toda carrera. Porque con el internet llegó el sustituto. Porque la red no tiene parangón en la historia cultural de los pueblos.
Pero no. Es ahora cuando el libro se aferra a la mano de los hombres. En primera instancia porque el internet no es de acceso libre. Las limitaciones de la red están determinadas por su propio origen: es un fruto del desarrollo tecnológico. Y en todos los países, incluso desarrollados, son pocas las personas que pueden acceder a su consulta. El poder adquisitivo merma las posibilidades de acceso a estas ventajas. Pero es como si por el hecho de que apareció el automóvil los demás medios de transporte tuvieran que desaparecer.
No ocurrió así, y no pasará con el libro bajo las presiones del internet. El libro seguirá alimentando la imaginación de los lectores. El libro seguirá en las manos de los estudiantes, por mucho que el propio sistema escolarizado incluya como parte de la preparación la utilidad del internet. Más bien que la red seguirá como lo que es hasta ahora: una gran herramienta para el manejo de la información.
Pero el libro no pierde la competencia. Y no es cuestión de edades, ni de costumbres en el uso. Es de comprensión elemental que el libro ha estado en la historia con los hombres. Porque el libro es memoria. Es archivo. Es consulta. Porque la historia se hace con en y con los libros. Es la herramienta para la consulta pausada y razonada. Es la manera de disfrutar lo mejor de la cultura de los pueblos. De esa manera se saborea un libro sobre cualquier tema. No se diga una buena novela o un gran libro de poesía.
Por eso resultan tan exitosas las exposiciones y ventas de los libros. Como la que ocurre en estos días en el Palacio de Minería en la ciudad de México. Transcurre la XXXI feria con carácter internacional. Además es un pretexto para la reunión de los escritores que se asoman para estar son sus lectores. Son momentos de intercambio de las ideas que asoman en los libros. Son instantes para el florecimiento de la cultura y para adquirir un nuevo libro. (Desde el Palacio de Minería)

Contacto: sgb33@hotmail.com

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