domingo, 7 de febrero de 2010

El Estado sectario

INSEGURIDAD
8/febrero/2010
Para César Ávila, El Ché. Por ser fuerte.

*Del libre comercio al deterioro
*La familia, respuesta de la sociedad

Todos los días son de reflexión de los problemas cotidianos. Lo hacemos unos de un modo, otros de otro. Unos en los medios de comunicación (la corresponsabilidad asociada por hablar de la “cosa pública”), otros simplemente en los círculos de amigos y al interior de las familias donde fluyen las opiniones. Pero ni nos dejan en paz —los problemas—, ni podemos dejarlos transcurrir sin más; como si nada. Porque son la parte complicada del funcionamiento de una sociedad como la mexicana, de familias —más unidas que desunidas, sólo perturbadas por las circunstancias— como las nuestras.
Claro que hay unos problemas que absorben más tiempo y dedicación que otros. Algunos, persistentes, porque afectan y castigan más la vida colectiva y familiar. Más cuando la familia es el círculo del acontecer de lo individual; el núcleo donde finalmente penetran e impactan. Unos problemas más, directa, otros menos, indirectamente. Y a un(os) miembro(s) más que a otro(s). También es el espacio donde se ve la forma de superarlos, de enfrentarlos y de ayudarse mutuamente. Así sea, como se dice comúnmente, compartiendo lo poco que se tiene. Pero apoyándose al fin.
No hay de otra. Sobre todo cuando finalmente devienen los consensos de que hay responsables y corresponsables de la situación. Y de su complejidad. No se requiere estar tan informados para saberlo. Como de muchos aquellos problemas que parecieran irresolubles, pero no lo son. Simplemente porque corren abandonados a su suerte, como si no respondieran a causales definidas y muy específicas. Son las creencias de la “acción individual”, de la “sociedad libre”, de la “libre empresa”, del “libre mercado” al fin. De que todo eso basta para resolverlos. Trátese de aquellos básicos como la falta de un empleo, o de aquellos otros subsiguientes generales como la inseguridad pública; o entre la educación y el robo a mano armada. Y tantos otros.
Pero la verdad es que interfiere mucho, y no de ahora sino desde hace algunos siglos, la concepción que del gobierno tengan y la utilidad que del mismo hagan quienes detentan el poder o sirvan para él. El grupo de elite de quienes se encaraman o adueñan del mismo, ya sea por las buenas o por las malas; bajo el mecanismo autoritario con el apoyo de la fuerza policiaca o militar, o sujeto a procesos democráticos o de apariencia consensuada por vías electorales, más la utilidad que prestan los enajenantes medios de comunicación masiva, como la televisión que está al servicio de ese mismo poder.
Importan, además, la educación de los gobernantes y su cultura acumulada, la extracción de clase de aquellos que dirigen los destinos de un país. La preparación y los grados educativos. Las escuelas y sus “corrientes” en boga. Si apoyan las acciones del Estado, su coparticipación en la vida económica, política y social, o no lo hacen.
Y en nuestro país, bajo la utilidad y el rigor del “libre mercado”, el Estado ha sacado las manos de los asuntos relativos a la vida social. A su problemática y su solución; con todo y que eso mismo acelere el deterioro y los problemas. Es lo que rige en México bajo las presentes circunstancias: el interés privado. Y el interés particular no resuelve los asuntos generales de la economía, ni de la vida social y los de la esfera política lo hacen únicamente a contentillo. Todavía y por si fuera poco, cuando las cosas no salen bien se echa mano de la fuerza pública en aras del “interés general”. Por no decir que se defiende el interés particular.
A partir de esos principios, todo gira y se acondiciona para preservar el estatus quo. Y no hay políticas públicas de bienestar. La añoranza de John Mynard Keynes es constante. Al menos la “política del bienestar” fue capaz de sacar adelante a la sociedad estadounidense con el apoyo completo del Estado. Fueron los principios que, empujados por el gobierno de Franklin D. Roosevelt, armaron a la sociedad en su conjunto para sacar a Estados Unidos de la debacle tras el crack de 1929. Luego de una de las crisis económicas de mayores agravantes sociales, que sacudió a la estructura general del país.
Así, en aquellos países como el nuestro en donde se copian las políticas de afuera, siguiendo preceptos creados a partir de la intencionalidad de otros (como los acreedores de la banca internacional), la situación ha derivado en el desastre durante los últimos casi 30 años. Ha sido el periodo de la entrada en vigor del neoliberalismo ramplón; a secas y sin más, y del desastre económico y social. Muy atrás quedaron (entre las décadas de los 40 a los 70) las políticas del llamado “intervencionismo del Estado”. De lo que en México se conoció como la etapa del “desarrollo estabilizador”, que alcanzó tasas de crecimiento del 6 por ciento de PIB y más. Una etapa altamente denostada hoy porque el mercado interno se mantuvo cerrado, protegido por el Estado y ajeno a la competitividad del exterior. Pero hubo desarrollo, empleos y salarios dignos.
Ahora, en cambio, pululan los escenarios de la descomposición. En muchas áreas en donde el Estado ha dejado todo a la libre determinación de la “competencia”, y a las fuerzas del libre mercado, no hay muestras de solución. No hay políticas públicas. No hay política social. Por eso el deterioro y la sensación del abandono. Por eso el impacto de muchos problemas que han crecido al grado de amenazar con el ahogo de la sociedad, desde todos los ámbitos posibles.
Por eso la disfuncionalidad social, pero también económica y política. Donde lo económico y lo político dan resultados sólo para unos cuantos. Porque la economía y la política resultan sectarias. Porque en los hechos tenemos a un Estado sectario, y todo lo que de ello se deriva. Como amenazar al resto de las estructuras del mismo Estado y su operatividad. Por eso la percepción del Estado fallido.
En tanto la sociedad está tan abandonada como amenazada. Porque no hay atención a sus demandas. Y cuando las hay, la respuesta es la amenaza, la persecución de la protesta y la violencia. En tanto las familias ven amenazados sus cimientos. Todo apunta al trastrocamiento hasta el ser individual. Las familias asumen su responsabilidad. A ver cuándo el Estado hace su parte. Desde el gobierno, y desde el poder.

Contacto: sgb33@hotmail.com

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