lunes, 15 de febrero de 2010

El aliciente cultural

INSEGURIDAD
15/febrero/2010

*Sin el poder, la sociedad tiene salidas
*Narcocorrido, ariete de un poder fáctico

Para Argelia en el Día del Amor; porque es mi amor.

Es un consenso generalizado el admitir que la cultura es un arma liberadora de la opresión que surge desde la estructura del poder, en cualquiera de sus formas. La cultura como escudo de defensa de la opacidad y la incertidumbre que amenaza la vida de los hombres en toda sociedad regida por preceptos mercantiles o autoritarios. Precisamente porque la cultura comprende el súmmum del conocimiento, de la vida intelectual, del amor y la moral. Así como el cúmulo de actividades de los hombres entre las cuales destaca la conciencia que tiene de sí mismo sobre su propio ser, sobre su propia forma de vida, de organización colectiva y hasta de la historia. Es como el espíritu de una época.
La cultura comprende todos los géneros de expresión del arte, como la música, el canto, la danza, el teatro, el cine (por el uso, la televisión es más instrumento de enajenación y control, con sus honrosas excepciones), la arquitectura, la escultura, la pintura, la poesía y la literatura. De tal manera que, sea individual o colectiva, se reconstruye el sentido idealizado y, a la luz de la imaginación, del propio devenir del hombre. La concepción que construye de sí mismo, su idea del todo, incluyendo la idea de Dios. Sus andanzas por el mundo y la contradicción de su propia existencia. Sus éxitos y fracasos, la libertad y la opresión, sus límites y metas, hasta su idea de la vida y de la muerte.
Los problemas de la vida, no obstante, tienden a imponerse como auténticos por la fuerza de la costumbre. Pero muchas veces derivan en dilemas existenciales que oprimen al hombre y lo someten a la rutina y la soledad. Por eso, una importante salida es la que proporciona la generalidad del arte (en cierta medida también la ciencia, pero su asimilación ofrece mayor resistencia), porque libera al espíritu de la cotidianeidad y enaltece los valores. Es el espacio donde la conciencia experimenta el regocijo de la libertad. Libertad que es plena, sin embargo, sólo bajo el complemento del amor. Porque sin el amor la libertad es ideal o simplemente conceptual (¡cuántos poetas no buscan a la musa de la inspiración!).
Vacuna eficiente contra la rutina, la opresión y la enajenación resulta ser, entonces, el aliciente que brinda la cultura como compilación de los más elevados valores de una sociedad. Ese es el fruto del beneficio cultural y espiritual.
Por lo mismo, una sociedad que desalienta el arte aniquila sus expectativas presentes y futuras de libertad. Pero ¡oh, alivio!, eso difícilmente ocurre. Porque la producción cultural y en última instancia espiritual, es la que le da sentido y revés al trastrocamiento del organismo social. Es el antídoto contra la angustia, la desesperación y el miedo individual y colectivo. El revés para la incertidumbre que vulnera al hombre y lo convierte en objeto del temor, víctima de la inseguridad, de la enfermedad y la predisposición a la muerte. Con todo y que sin la conciencia de la muerte tampoco se disfruta de la vida.
Así, dicho sea de paso, la cultura está más allá del pretendido control orquestado desde el poder establecido, sin importar la forma de gobierno que adopte. Porque el espíritu del hombre termina por expresarse siempre en cualquiera de sus formas, así sea en épocas de trastrocamiento o temida descomposición social. Brota y se rebela contra cualquier forma de autoritarismo velado de pretendida estabilidad social. En otras palabras, el hombre sobrevive a sí mismo en la creación y con ello reproduce la expresión cultural de la sociedad.
Es de sobra conocido que las expresiones de la cultura se aceleran —sobre todo aquellas de carácter individual, versus la pintura y la música, la novela y la poesía cuya creación es más íntima— en cualquiera de sus formas de expresión, en etapas de agitación revolucionaria, de inestabilidad política de un régimen, de agitación social exacerbada y hasta de un gobierno represor. Por eso el temor de los dictadores a los creadores, sobre todo a los escritores y a los poetas. Pero es cuando la cultura crece, madura y se vuelve un ápice de la conciencia del momento y escuela de la posteridad. Es la cultura como generalidad, como reflejo del espíritu de una época. No es un síndrome de la descomposición, aunque hay pretendidos valores que quieren pasar como tales. Como sucede con la narcocultura que es producto del trastrocamiento de algunos valores sociales.
Artífices de la libertad, con sus críticas los creadores desnudan las pretensiones de legitimación de cualquier acción desde el poder que a ojos vistas atenta contra la libertad, la dignidad y la conciencia universal. Por eso no hay dictadorzuelo, por muy recio que parezca, que escape al juicio de la historia. Porque siempre hay hombres dispuestos a abanderar la memoria colectiva, y a dignificar las forma del arte y por ende cultural.
Hoy en México vivimos una etapa de excepción. Por eso una parte de la cultura ha comenzado a mostrar síntomas de la descomposición. Ahí está la “cultura narco”, como una forma de expresión, a flor de piel. Hay mucha literatura que así lo refleja. Mientras que la sociedad vive angustiada por la violencia desatada, pareciera que el narcocorrido, por ejemplo, tiene cabida y aceptación en cada hogar donde se escucha. Pero en el pecado está la penitencia. En la aceptación está el dolor por la muerte de inocentes. Por eso se trata de una “cultura del engaño”. De valores útiles sólo para los poderes fácticos que lo propagan y alimentan.
Pero mientras la sociedad tenga conciencia del peligro que representa dicha forma de expresión (no precisamente popular), de pretendida legitimación de la violencia, el trastorno de valores que conlleva la pérdida de expectativas y debilidad de la moral, no fructificará. Porque a fin de cuentas, la narcocultura es como un virus de la descomposición de una parte del poder, que lo anidó por el contubernio y la impunidad. Y ahora está fuera de control. Así, en tanto la conciencia colectiva sepa qué hacer, desechará el engaño. Por esa vía, el poder tiene perdida la batalla. La sociedad sabrá qué hacer bajo el aliciente cultural.

Contacto: sgb33@hotmail.com

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