viernes, 19 de febrero de 2010

Narcoimperialismo hoy

INSEGURIDAD
18/febrero/2010

*La tipificación de un fenómeno
*Sinopsis de la descomposición

(I de II partes)

Como fenómenos, pero principalmente como síntomas de la descomposición del sistema imperialista mundial, el narcotráfico y los “negocios” que promueve el crimen organizado —como el secuestro, el robo en todas sus expresiones, el tráfico de armas y de personas, la pornografía infantil, etcétera—, son actividades que encabezan la lista en esta etapa de la globalización de principios del siglo XXI.
Es decir, que los negocios “ilícitos” aparecen, dentro de un sistema económico global que lleva en las entrañas el virus de la putrefacción y de su propia extinción, como entre los de más acelerado rendimiento. Bajo ese contexto, son negocios que ofrecen las mayores ganancias en los tiempos también más cortos de realización, porque el círculo total está determinado por al menos dos importantes factores: 1) la continua y creciente demanda desde el mercado consumidor, y 2) el rendimiento millonario que genera para los principales involucrados, llámese los narcotraficantes que cultivan, procesan, trasladan y venden, la parte intermedia donde tiene una activa participación el “lavado de dinero”, hasta el propio sistema financiero nacional y finalmente internacional.
Esto no quiere decir, tampoco, que este tipo de actividades sean de la más alta prioridad en el mercado de la globalización. No. Ni estoy sugiriendo semejante barbaridad. Sólo estoy arguyendo que entre los “negocios” de mayores rendimientos están, precisamente, los del narcotráfico y todas las actividades derivadas.
Claro que en el marco de la globalidad, los negocios de las inversiones de capitales “golondrinos” cuyo principal activo es la “especulación”, las ganancias resultan todavía mayores, porque en un instante pueden desestabilizar a un país si así se lo proponen con tan sólo afectar su tipo de cambio. Esto es, como una actividad, también síndrome de la descomposición referida que porta en las entrañas el sistema del capitalismo imperial. Pero son de esos negocios aceptados como formales o legales, dentro de la actividad económica estatal o financiera mundial.
También están, por ejemplo, las empresas que alimentan la economía real. Por supuesto. Como es el caso de las compañías petroleras que dominan todo el proceso. Se dedican desde la extracción y procesamiento del energético, su colocación en el mercado hasta su venta entre los grandes consumidores, sean otras empresas o países enteros. Es el caso de los derivados del petróleo.
No se diga las empresas cuya principal actividad está destinada a proporcionar activos a los modernos servicios, como los derivados de las telecomunicaciones: la transmisión de voz e imagen, y el internet entre ellos. Incluso las guerras, que no obstante su capacidad destructiva de países y de infraestructura, están catalogadas como permisibles dentro de lo absurdo aceptado. Sin interesar, claro, que las mismas sean protagonizadas por los países más poderosos —los grandes imperios— y atenten en contra de los más países débiles que resultan víctimas de tales atropellos.
Pero es tan grande el negocio de la guerra como el de la reconstrucción por el reparto de los beneficios derivados: las inversiones para levantar la infraestructura y otros “derechos”. Léase, como ejemplo, los recientes beneficios directos para Estados Unidos para explotar los pozos petroleros en Irak, así como el control de los plantíos de amapola en Afganistán, a partir de sendas guerras protagonizadas por el Pentágono, el ejército más poderoso del mundo.
Como los citados, son negocios que todavía seguirán siendo altamente rentables dentro de la economía del imperialismo global. Ni se diga el de los servicios. Seguirán muy por arriba de otros, como los mismos derivados del narcotráfico. Incluso el tráfico de armas, que es un negociazo controlado y a merced sólo de los países que las producen. Como ejemplo están EU, Israel, Rusia, etcétera.
Pero el trasiego de las drogas, como negocio, se aprovecha de la alta dependencia que genera en el individuo consumidor para mantener sus ventas por arriba de cualquier tipo de “fluctuaciones” (como las propias crisis económicas) del mercado. Y, dentro de esa faceta de la descomposición del propio sistema, aparece como una actividad que obtiene una muy elevada rentabilidad.
No obstante, con todo y lo “peligroso” que resulta para el mundo globalizado el impacto que genera en la economía de los países, los trastornos al interior de la sociedad misma y la afectación para la salud pública, emocional y psicológica entre los individuos, esta actividad da crédito a lo que muy bien puede denominarse como el narcoimperialismo. Lo que no sería tanto como la descripción de esta faceta donde la descomposición se apropia del imperialismo, como una parte de su autodestrucción. Como fruto de su propia corrosión interna. Con todo e involucre a todo el sistema económico y financiero mundial.
Así, el narcoimperialismo vive y se reproduce de tales actividades ilícitas, y va en pronto ascenso. Él se encarga de tejer una red para su propio desarrollo. Tiene activos muy poderosos. Cuenta con el apoyo de los Estados, en la mayoría de los casos. Porque maximiza las ganancias de los capitales involucrados, y luego pasan de los “empresarios” y las autoridades locales hasta su soporte mundial: el sistema financiero que resulta finalmente ser el gran benefactor.
Eso explica por qué, muchos de los narcotraficantes “más buscados” son finalmente “tolerados” al grado de obtener la “protección” desde el mismo Estado. Son como los males necesarios; los “protegidos” del sistema, dada la enorme cantidad de capitales que mueven por los suburbios de la economía ilegal, que luego legitiman y “legalizan” mediante “inversiones” donde ya aparecen con nombre y apellidos.
El narcoimperialismo como fase última, perjudicial pero necesaria, dentro de un sistema global que se caracteriza por la ilegalidad y la corrupción, como parte de su operación peligrosa pero “normal”.

Contacto: sgb33@hotmail.com

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