lunes, 1 de marzo de 2010

Salinas, el redentor

INSEGURIDAD
28/febrero/2010

*CSG insiste en lavar su imagen
*Quiere ser juez y parte en 2012

¡Cuidado!, porque cuando Carlos Salinas de Gortari habla es que algo trama. A diferencia de otras ocasiones, el problema es que ahora las circunstancias le favorecen y al parecer no está solo. Y se aprovecha de la coyuntura para matar varios pájaros de un tiro. Hay, ciertamente en el complejo escenario político nacional, algunos elementos marcadamente presentes de los cuales él tratará de sacar jugo a como dé lugar. Es decir, que Salinas está haciendo política para erigirse en juez de la balanza, o al menos como actor decisivo en la toma de decisiones para la definición o redefinición del rumbo de México en los siguientes años. Por eso está tirando línea desde ya. ¿Qué conseguirá? Todo lo que se le permita hacia adelante.
Es importante colocar sobre la mesa algunos elementos de juicio que sirvan para sacar algunas conclusiones. Veamos.
1) En la vida política mexicana estamos en los tiempos donde ya se mueven las piezas —partidos y “suspirantes”— para la sucesión presidencial de 2012, y el ex presidente Salinas quiere fortalecer su círculo de acción para incidir de manera directa y contundente, tanto con su candidato visible Enrique Peña Nieto, como para lograr que el Partido Revolucionario Institucional retome la senda de dirigir el país desde Los Pinos. El propio Salinas sabe que el PRI tiene amplias posibilidades de recuperar la Presidencia dentro de dos años, y lo único que está haciendo ahora es acomodarse bien para esa circunstancia. Y en esto no está solo. Por lo menos tiene el aval de su gallo, y seguramente de un sector importante de priistas.
2) El escenario de descomposición e incertidumbre económica y política a la que el actual gobierno de Felipe Calderón ha conducido al país en los últimos tres años, mismo que se profundizará de continuar —como parece— con la estrategia a todas luces fallida en contra del crimen organizado. Esta coyuntura está alimentando el descontento, a la vez que generando total desinterés por parte de los inversionistas nacionales y extranjeros para traer o conservar sus capitales en México. El reporte reciente del Banxico en este asunto es que la salida de capitales durante los últimos tres años fue de 57 mil 700 millones de dólares. Y el comparativo es muy revelador: por cada dólar que salió de México entre 95 y 97 (años aciagos de la crisis), se fueron 9 dólares entre 2007 y 2009. Y al contrario, la inversión extranjera es regresiva. Pues en 2009 sólo llegaron 3 mil 448.3 mdd, lo que representa una ¡caída del 74 por ciento! Situación que muestra el descontento generalizado entre los empresarios, pero que también es un reflejo desde la propia clase política mexicana. El gobierno de Calderón se está ganando el descontento generalizado, y no se diga de la propia sociedad que está perdiendo las esperanzas fincadas en él. Esos son puntos en contra del Partido Acción Nacional, que lo arrastran a perder cualquier posibilidad de continuar despachando en Los Pinos. Salinas está capitalizando esta situación, como lo aprovechará igualmente el PRI.
3) Desde siempre, Carlos Salinas ha tratado de sacudirse el dicho convertido en maleficio para él de que sus políticas neoliberales condujeron al país a la debacle. Es decir: amolados y todo, pero a los mexicanos “ni los ve ni los oye”; porque no siente culpa. Y toda su atención ha estado puesta, desde que termino su sexenio, en sacarse la espina de que él causó la crisis de 1994-1995 y, lo contrario, que el responsable fue su sucesor Ernesto Zedillo Ponce de León. Ahora el garlito —que por cierto le favorece, pero que él mismo generó—, es el hecho contundente de que un país no funciona con un sistema financiero en manos extranjeras. Aparte que no hay crédito para apoyar el crecimiento económico, Salinas se refiere a que el control de cambios está en poder de la banca internacional, porque el 80 por ciento de los bancos son meras filiales del exterior. Y “las subsidiarias se ajustan a los requerimientos de las matrices”. ¿Pero acaso se esperaba que los banqueros fueran hermanitas de la caridad? En este asunto, de la misma manera que está golpeteando a Zedillo, está planteando un problema real por el interés que tienen los grandes capitales del país en los bancos. El dato es insuficiente para saber hacia dónde apunta el planteamiento de Salinas. Pero no puede ser en pro de la nacionalización bancaria, porque eso demandaría muchos problemas y previsiones que no se pueden tomar sin el Estado entre las manos.
El caso es que sobre el argumento de que el país debe recuperar el control de cambios, Salinas está acaparando el descontento del sector financiero, y con ello agrupando en torno suyo y del PRI a los empresarios mexicanos que no ven la luz al final del túnel con Calderón ni con el PAN.
En otras palabras, que el ex presidente va con todo —y con el apoyo de los barones del dinero— en contra del actual gobierno de Felipe Calderón, y por la recuperación del poder en el 2012. Y ese parece ser el sentido de su aparición pública reciente. No obstante trata de hacer valer temas superados hace tiempo. Pero se trata de las espinas clavadas que no se sacará nunca.
Tan sólo bastará un ejemplo. Es verdad que la banca extranjera es perniciosa, pero fue precisamente la reforma financiera emprendida por él y su asesor Córdova Montoya quienes la impulsaron para México. Se plantearon objetivos que a fin de cuentas devinieron contrarios. El economista José Luis Calva lo resume bien, en los siguientes términos: “A partir de 1988 se emprendió a marchas forzadas la reforma neoliberal de los mercados financieros, liberalizando las tasas de interés pasivas y activas, suprimiendo los encajes bancarios (o reservas obligatorias que los bancos comerciales deberían depositar en el banco central), eliminando los cajones de asignación crediticia a las actividades prioritarias y flexibilizando las regulaciones menores y los mecanismos de supervisión del sistema bancario, para culminar la reforma en 1991-1992 con la privatización igualmente imprudencial de los bancos comerciales”. (JLC, México, más allá del neoliberalismo, p.238).
Y de la crisis que estalló en 94-95, tan sólo baste decir que ninguna crisis en ningún país capitalista dependiente como México se gesta en un mes y estalla al otro. Eso es una falacia. No hay espacio para entrar al debate del préstamo emergente de Clinton y las elevadas tasas de interés Rubin-Summers. Pero hay muchos elementos en contra de Carlos Salinas, que ahora aparece como redentor.

Correo: sgb33@hotmail.com

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