miércoles, 17 de marzo de 2010

Hegemonía imperial

INSEGURIDAD
14/marzo/2010

*EU se rige por la imposición
*La guerra, soporte del poder

“El que mira un reloj de arena ve la disolución de un imperio”: Borges.

El precepto belicista muy antiguo que dicta: “Si quieres la paz, prepara la guerra”, cuyo autor es Vegecio, un escritor romano de temas militares, le ha caído muy bien a todos los imperios que el mundo ha visto florecer —¡pero no olvidemos que también caen!— utilizando siempre la fuerza en beneficio propio. Como el imperio macedonio, el romano, de la dinastía Ming, el español, portugués, otomano, británico, y últimamente el de Estados Unidos.
La característica de todos los imperios es la ambición de poder, de hegemonía y control (de unos países, para los recursos naturales; de las personas, para la esclavitud y la explotación después), llevados a cabo bajo el uso de la fuerza —el yugo militar; pero también de control social, económico, político y cultural en general— y de expansión o de invasión territorial. Cuanto más poseen, para ellos mejor.
De ese modo, el mundo ha padecido todo tipo de destrucciones ayer y hoy. Han corrido ríos de sangre inocente (masacres y guerras civiles), provocadas por la ambición hegemónica de los más fuertes porque poseen algunas ventajas relativas —como la aplicación de la ciencia y el uso de mejores armas—, así sea durante algunos siglos. Unos antes, otros después. Es decir, que a lo largo de la historia —llámese el mundo antiguo, la Edad Media, la era de los “descubrimientos” que derivaron en conquistas, o el reinado del capitalismo— hay Estados o imperios que han surgido y se han mantenido como tales, abusando de las desventajas frente a otros Estados que están menos preparados para la guerra.
Si bien la zozobra viene de antaño, no por eso la guerra tiene carta de naturalidad, o hay que verla como parte de la normalidad. Eso nunca. Son las ambiciones de los hombres, y de los Estados más fuertes, quienes las promueven y las vuelven continuas con el paso de los siglos. Personas y Estados que poseen tierras, oro y propiedades que les dan poder, pero que ambicionan más. Por eso el arrebato cínico de los bienes de los demás, como se ha practicado mediante la rapiña, la piratería y el hurto. Y los promotores van continuamente de las amenazas a la imposición como generalidad. Por eso las guerras siguen vigentes, porque son instrumentos de dominación y de control hacia los demás.
Esa es también la historia de la llamada “civilización”. El salvajismo del hombre que pone por delante la apropiación por encima de cualquier otro valor. Eso es lo que tiene al mundo en el atraso. Por eso la humanidad no cambia, porque al poder no le interesa la cultura y la evolución espiritual. No constituyen “negocio” alguno. Lo poco que se ha logrado en este sentido es el fruto del esfuerzo individual. Pero no lo es como logro colectivo o social; mucho menos como política de Estado. No importan los valores familiares ni sociales. Sólo los intereses. Son ellos los que le ponen el valor a las cosas; o son las cosas las portadoras de los valores. Es el mercantilismo vil.
Y en la historia, la voracidad aumentó desde que se implantó en el mundo el “espíritu del capitalismo”, como lo definió Max Weber. Esas “ideas y hábitos que favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas”. Porque esa es la “racionalidad” del capitalismo; la de las mayores ganancias. En eso las ambiciones no tienen límites. Bien podría decirse que el mundo vive en continua guerra. Hay violencia en cada rincón de la tierra. Hoy aquí, mañana en otra parte. A nadie sorprendería el falso Mesías, que asegurara vivimos los tiempos del Apocalipsis.
Aparte de las guerras, hay destrucción por terremotos, inundaciones, incendios, maremotos, epidemias, etcétera. Pero hasta eso: el mundo avanza hacia su propia destrucción. Y los límites son inducidos por la propia mano del hombre. Por el consumismo, por los grandes capitales que van detrás de las guerras para hacer negocio con todo lo que se ponga enfrente. Y porque las actividades de la industria, que arrasa con todo, están generando efectos climáticos. Esos serían los límites de la ambición. ¿Vamos hacia la destrucción?
Durante el siglo XX, después de la Segunda Guerra, EU se erigió en el país más poderoso. Ganó con la bomba atómica entre manos; otra vez el usufructo de la ciencia. Japón padeció el infierno; el otro Holocausto. Nada se opuso al auge del capitalismo imperial de los EU. Sus ejércitos se apostaron en donde están sus intereses —no obstante Vietnam puso en claro que no basta el uso de la fuerza para ganar la guerra.
Vino el reinado del dólar. El imperialismo derivó en una nueva fase: el capital financiero meramente especulativo. Eso generó una tremenda concentración de riqueza en muy poquísimas megaempresas, luego en pocas manos. El problema es para los demás. Primero los de casa; el mundo después. Es decir, que los otros países con prácticas imperiales se han visto afectados por la hegemonía y la reciente crisis del capitalismo financiero de EU. Los países del resto del mundo están peor.
Claro, que eso aplica para aquellos que siguen los mismos preceptos mercantilistas. Porque no les ocurre lo mismo a países como India o China. Todo lo contrario. Este último país tiene al imperio en decadencia entre las manos. El problema es para otros países todavía más vulnerables, como México. Pero China posee muchas ventajas. Está lejos de EU. El despegue de su economía está lejos de compartir las causas del desarrollo y de la actual crisis. La expansión en el mercado mundial obedece a otra dinámica que la de EU. Y lo que es peor para este último. China posee grandes cantidades de dólares y en el momento que quiera pone a temblar a EU.
Por eso ahora China está comenzando a jugar el papel que en su momento durante la guerra fría le tocó a la URSS: de contrapeso. Y tiene con qué. Por eso ahora protesta por el uso tendencioso del internet. Por eso también reclama que EU cuestione la situación de los derechos humanos en el mundo. Porque, dice China: “EU critica la situación de los derechos humanos en más de 190 países y regiones, mientras ignora y oculta los datos de su propio territorio”. Y con razón.
¿Estamos asistiendo a la debacle de un imperio y al surgimiento de otro? Pero sin guerras de por medio.

Correo: sgb33@hotmail.com

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