domingo, 21 de marzo de 2010

Imperialismo global

INSEGURIDAD
21/marzo/2010

*Las crisis estructurales del capital
*Contradicciones; un poco de teoría

Desde que surgió a la fecha, como estudio del sistema capitalista mundial a finales del siglo XIX (el prólogo del tomo I de El Capital, crítica de la economía política, de Carlos Marx se fechó el 25 de julio de 1867), con todo y se centró en el desarrollo inglés, el marxismo ha sido más denostado porque se le asocia exclusivamente con los movimientos sociales revolucionarios y emancipadores en varios países (desde la caída de la antigua URSS y sus satélites, el proyecto conocido como “socialismo real” está en declive; pero no por sus motivos centrales que siguen vigentes y lo estarán en tanto subsista el capital en todas sus presentaciones), donde las fuerzas progresistas han abanderado las demandas de cambio radical de explotación que instaura el capital para producir riqueza, pero no porque sus críticos —que han sido cuantiosos, todos al servicio del poder y del estatus quo establecido— le hayan restado en argumentos o solidez metodológica, histórica, económica o social.
Con su obra, cuyo estudio complementó con la publicación de dos libros más de El Capital (otros tres dedicados al estudio de la plusvalía, inéditos; sin olvidar obras como los Grundrisse, o Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, descubiertos por la posteridad, y tantos libros más), el alemán nacido en Tréveris, Marx —en compañía y apoyo de su amigo, el empresario Federico Engels— sentó las bases científicas para el análisis de las contradicciones del modelo capitalista de producción, como un sistema con un desarrollo histórico específico que carga en su seno con la semilla de su propia destrucción.
La tesis básica, central, con sentido político-social y donde se manifiestan dichas contradicciones del capital, aparece en la superficie de la sociedad como lucha de clases. Como confrontación entre los actores de la producción. Como pugna entre aquella clase que, por una parte, posee los medios de la producción (una característica de todos los países capitalistas desarrollados es la solidez de dicha clase social; que en el curso de la historia se ha apropiado de dichos medios vía el asesinato, la rapiña y la conquista, las expropiaciones y las guerras, además de todo tipo de argucias legaloides como el “estado de derecho”: ver el capítulo sobre “la acumulación originaria” en el tomo I), y por la otra las tantas clases que sólo tienen su fuerza de trabajo como medio para ofertar y “vender”, percibiendo de ahí una remuneración en forma de “salario” para con ello sobrevivir él y su familia.
Con el tiempo (siglos de vigencia; al menos desde el XVI hacia acá) y la polarización de esa lucha entre las clases que se ha recrudecido de vez en vez, o en unos países más en otros menos, conforme los vaivenes (las crisis, pues) propios de la producción y la reproducción misma del capital, que es el resultado de las articulaciones —o condiciones— entre medios de producción y clases sociales para la creación de la ganancia en que transmuta vía la realización (el dinero y los precios del mercado: tomo II) el valor impreso en el curso de la producción de mercancías. Con ello se tiene una polarización irresoluble de las contradicciones.
Luego de crearse la polaridad entre ricos y pobres, en tanto aquellos acrecientan su poder basado en la posesión del dinero-capital —y cualesquiera de sus formas posteriormente desarrolladas, como el capital financiero— en forma de riqueza acumulada, las diferencias se polarizan cada vez al grado de la irresolubilidad mediante el consenso, porque sencillamente no hay las condiciones para ello. Porque el capital pugna para obtener cada vez una mayor ganancia, contra la mano de obra que lucha cada vez por obtener mejores condiciones de trabajo y la paga de un mejor salario. Ambas fuerzas luchan a contracorriente pero siempre gana el que tiene los medios contra los desposeídos, porque hay muchas condiciones creadas para evitar que triunfen.
Es decir. Los hombres que acumulan la riqueza se apropian de cuantiosas herramientas “histórico-sociales”, como el Estado y el derecho, que se encargan de “institucionalizar” las relaciones creadas (como el respeto a la propiedad privada y los títulos de propiedad y el “estado de derecho”; o el derecho de unos cuantos —como puede verse porque la aplicación de las leyes responde siempre al interés de los poderosos— por encima de todos los demás. Recuérdese que quienes administran el Estado son siempre hombres al servicio del poder, aunque bajo el ardid de la generalidad social vía los “procesos electorales”; un poder cobijado por el dinero y la clase burocrática enquistada en el aparato estatal pero que responde a un dictamen especial), y para ello sirven el derecho y la utilidad de la fuerza pública (bases en tomo III).
Luego entonces, cuando las contradicciones entre las clases (lucha de clases) se agudizan, en la superficie de la sociedad se manifiestan como pugna entre ricos y pobres. Aunque ello adopte muchas formas, como: lucha entre los hombres que poseen el dinero y los desposeídos; lucha entre el aparato del Estado —con sus tres poderes establecidos, “instituidos”— y los desamparados; entre empresarios y trabajadores, etcétera.
Pero en la radicalización de las contradicciones están la cada vez mayor pauperización de las clases trabajadoras, porque la dinámica de la ganancia del capital como tal tiende a presionar a la mano de obra hacia la extensión e intensificación de la jornada laboral (plusvalía absoluta y relativa, en el esquema de Marx, tomos I y III) con remuneración a la baja —o un salario mejor—, para poder así acrecentar dicha ganancia.
Lo que resulta peor después de un periodo de crisis (de las muchas cíclicas que padece el capital, en cuanto forman parte de su naturalidad) que demanda per se un avance tecnológico para el o los sectores “de punta”, y una mano de obra más especializada que a su vez jala al resto de la producción hacia una mayor explotación del trabajador.
Desde ahí brotan todas las contradicciones degenerativas del capital —en cualquiera de sus formas simples o desarrolladas que adopta, hasta el capital financiero y especulativo que se desarrolló desde el periodo llamado imperialismo para acá, como es la presente etapa llamada de la globalización financiera—, como resultan la polarización de la riqueza (y el eterno problema, que seguirá, de los países sobre la distribución inequitativa de la riqueza) y el subsecuente desempleo (porque hay menos oportunidades, sobre todo desde que la industria es cada vez más especializada-robotizada, y el eje de la producción cambió desde el llamado sector secundario hacia el terciario; desde la industria hacia la prestación de los servicios y, con ello la explotación del trabajo intelectual como de “creación continua”; todo lo cual deja mucha mano de obra marginada), la pobreza y la pobreza extrema.
Y si en nuestros días los países desarrollados están viviendo estos problemas, en los “en vías de desarrollo” como México el nudo gordiano resulta mucho peor. Por eso la pobreza, no se diga desde los tiempos del puritanismo neoliberal fondomonetarista aplicado por los Chicago boys, mexicanos al servicio de los hombres ricos de este país (el uso y abuso del aparato del Estado), además de vendepatrias que responden sobre todo a intereses extranjeros que a los propios (Consenso de Washington, TLCAN, EU). El capitalismo es global. Las crisis también, como lo asentó Marx. En Europa protestan los trabajadores en Grecia y España. En México, la tradición de los 10 (1810, 1910) es revolucionaria. Síndromes de la crisis del imperialismo global.

Correo: sgb33@hotmail.com

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