martes, 5 de enero de 2010

PAN del descontento

INSEGURIDAD
6/enero/2010

*Arrojó por la borda los principios
*De la imposición al autoritarismo

Como en casi todos los actos de gobierno desde que los panistas están en el poder, la característica que los distingue es la imposición y el engaño. Particularmente desde que ganaron en el año 2000 la Presidencia de la República con Vicente Fox, y luego repitieron en el 2006 con Felipe Calderón.
Las decisiones que toman los hombres encumbrados desde el poder, tienen más un tinte autoritario que de consenso y de apertura democrática, dando al traste con sus propios origenes. El “humanismo” incluido. Al menos así lo han venido aplicando los gobiernos surgidos o derivados del Partido Acción Nacional, el PAN, desde los niveles elementales municipales hasta el ejercicio presidencial, pasando por las gubernaturas, en la corta historia que tienen como partido en el poder. En el ejercicio del gobierno, los panistas han demostrado no poder. Pero ojalá el asunto quedara en eso, porque apunta más allá.
Pese al origen presuntamente democrático como opositores al Partido Revolucionario Institucional (el PRI), desde que están activos en la vida política del país cuando surgen como instituto político en 1939 —el partido más antiguo de México, porque el PRI nace como tal en 1946—, se erigieron como organización “sin prejuicio, resentimientos ni apetitos personales”, que “quieren hacer valer en la vida pública su convicción en una causa clara, definida, coincidente con la naturaleza real de la Nación, conforme a la dignidad de la persona humana”.
Pero esos eslogan, que llaman “declaración de principios”, son historia. Asuntos del pasado, más que guías para conducirse en el presente. Al menos como partido en el poder, que es finalmente lo importante y definitorio, y donde no lo han puesto en práctica. Y eso les ha estado ganado el rechazo —por no decir el repudio— generalizado porque, además, han deteriorado las expectativas generadas entre la ciudadanía que esperaba otra cosa de ellos una vez que tuvieran el mando para decidir. Al menos han demostrado tantos vicios como sus antecesores los priistas, y en muchos aspectos con mayor impacto social.
Porque antes bien, como argumenta Álvaro Delgado en su libro “El engaño. Prédica y práctica del PAN”, ese partido no sólo abandonó los principios, “el sueño de los fundadores murió con la vigilia de los funcionarios y la oposición responsable se convirtió en irresponsable”. Además, “el ascenso político deslavó, además de los principios, las proclamas democráticas. Antepuso el dinero a las ideas, se extienden las prácticas clientelares, se fomentan campañas sucias, creen en número y en miembros las organizaciones de ultraderecha (como El Yunque), se asimila la hemorragia priista, se hace uso del aparato gubernamental para asegurar los triunfos, se compran votos, se manipula con la fe, se revientan las asambleas, se desvían recursos, se idolatra a Elba Esther Gordillo, se corrompe y se asesina. El PAN se ha dragado, y ha traicionado a los mexicanos. Los ha engañado”. Casi nada.
Es decir, ni siquiera han logrado definir la autonomía partidista frente a los hombres del poder, sobre todo como ha ocurrido desde que Felipe Calderón era el candidato presidencial, y no se diga desde que tomó posesión de la investidura presidencial.
En el ruedo se conoce a los toros, y no desde la barrera. O, como dice este otro refrán popular: a cada quién conforme le va en la feria. Y a los mexicanos no nos ha ido nada bien con el PAN en el poder. O con los gobernantes surgidos del PAN, como se quiera —porque la definición ciudadana es clara, aunque no lo sea para los propios panistas.
Y los resultados de las experiencias derivadas de actos de gobierno de presidentes municipales y gobernadores, hasta la Presidencia de origen panista son desalentadores. Las varias gubernaturas, entre ellas la de Baja California cuando en 1989 ganó Ernesto Ruffo Appel con grandes expectativas, la de Guanajuato en 1991 o Jalisco 1995 no se diga (también Aguascalientes en 1998, Morelos en el 2000, Tlaxcala en el 2004 y la última en manos del PAN, Sonora 2009, etcétera).
Pero en ningún estado la presencia panista ha significado avances para la ciudadanía. Todo lo contrario. Ni se diga a nivel municipal en donde han levantado ámpula escándalos de los propios presidentes municipales, o de otros funcionarios públicos como los policías locales, el tema de la falda corta, el aborto, etcétera. Bueno, es más, a nivel local, como lo declaró recientemente el todavía candidato a la alcaldía de San Pedro Garza García, Nuevo León, Mauricio Fernández Garza, “el narco vive y opera en dos municipios panistas de ese estado: San Pedro y Monterrey”. En el primero viven, dijo, los Beltrán Leyva y en el segundo operan Los Zetas.
Y a ese grado no se sabe siquiera hasta dónde están avanzando las actividades ilícitas bajo la sombra del PAN, como el rumor creciente de que El Chapo Guzmán es el consentido del gobierno porque es un narcotraficante intocable, desde que es un protegido del foxismo cuando se le abrieron las puertas de Puente Grande, en Jalisco, para que se fugara y parece como si no existiera. Porque se atacan a otras bandas de narcotraficantes, pero de El Chapo no se sabe nada. Salvo que se haya convertido en una blanca paloma.
De los panistas y su forma de gobernar se pueden escribir páginas y libros. Queda resaltar, por ahora, que como buen panista, en el estilo personal de gobernar de Calderón sobresale la imposición y el autoritarismo. Y así está conduciendo al país al desastre. Con la economía, con la política, con el impacto social de sus medidas, con su política exterior. “Porque a todos nos gusta mandar y ser obedecidos, ¿a poco no?”: Calderón. 10-IV-2005.

Contacto: sgb33@hotmail.com

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