miércoles, 20 de enero de 2010

Obama, un año y nada

INSEGURIDAD
21/enero/2010

*Se acabó la luna de miel con su pueblo
*El desgaste del presidente del imperio

Las expectativas sobre Barack Obama, el nuevo presidente de los Estados Unidos (EU), pecaron de grandilocuencia. Las promesas de campaña, y el propio personaje, por su origen demócrata y su raza negra, despertaron el ánimo suficiente entre el estadounidense común como para esperar cambios verdaderamente importantes durante su gobierno.
Envueltos en el american way of life; es decir, el estilo de vida americano con todas las comodidades y sin las grandes preocupaciones para sobrevivir —por el nivel de vida alcanzado, con todo y que en las últimas décadas no se compara con otros países europeos—, los ciudadanos se dejaron llevar por las palabras. Hacer de ese país una gran nación, con sus sueños de grandeza y todo. Promesas de campaña.
Pero los hechos son otra cosa. Contradicen siempre a los incautos. Porque en tanto el discurso no tenga el sustento debido con los amarres necesarios, con los representantes más conspicuos de los intereses involucrados para la toma de decisiones, las palabras quedan en eso. No cuadran las promesas con los hechos porque no hay sustento en la toma de decisiones. Típico de los intereses creados.
Y en esto entran todos los temas de la vida institucional de aquél país. Y los problemas. El mayor es que cualquier pretendido cambio, sin el aval de los cuantiosos y muy poderosos intereses, los de las elites económicas que controlan muchas de las decisiones políticas en EU e influyen fuertemente en el mundo, no pasa a mayores.
El caso es que Obama prometió tanto un buen desempeño durante su gobierno en lo referente a los asuntos de la política interna, como una serie de cambios en el ámbito internacional. Dos de los terrenos, claro está, que caracterizan a EU como imperio que se desenvuelve conforme a sus intereses. Recuérdese que “no tiene amigos sino intereses”.
Ni en el ámbito de la economía, porque la crisis es más profunda de lo que se previó, y cuya caída impacta directamente los niveles de vida de las personas. Con todo y la bien lograda reforma al sistema de salud. Pero nada más. Desempleo aparte, los ciudadanos no consiguen trabajo y por ello ven cómo declinan sus ingresos y el poder adquisitivo del dólar, y apoyan la política antiinmigrante de los republicanos que afecta a latinoamericanos y especialmente a mexicanos. Ni siquiera el asunto que detonó la burbuja inflacionaria, el de los bienes raíces, tiene rumbo de salida. Como tampoco ha rendido frutos su intentona de regular el sistema financiero, con una propuesta más bien intencionada que de triunfo. ¡Y luego regular a los magnates de la especulación del mundo de las finanzas, acostumbrados a ganar sin arriesgar ni pagar impuestos por eso!
Tampoco, ni mucho menos, en el terreno internacional. Principalmente porque predominan los intereses que empujaron hacia las guerras. La clase dominante estadounidense no quiere abandonar la política de controlar al mundo. Y bajo el pretexto del terrorismo —tras el derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York— que suena más a conspiración desde arriba que amenaza real de un ejército de a pié o a caballo, como resultaron los “peligrosos” talibanes encabezados por el socio de los Bush, Osama bin Laden y su organización terrorista Al Qaeda.
Porque EU se encaminó con todo el peso de su maquinaria militar-industrial rumbo de Medio Oriente, para hacer la guerra tanto a Irak como Afganistán con el fin de apropiarse de los negocios del opio y afgano del petróleo que controlaba Sadam Hussein. Obama dijo oponerse a las guerras, pero nada más. Casualmente las empresas texanas, cuyos accionistas mayoritarios son precisamente la familia de los Bush, resultaron ser las más beneficiadas por ambas guerras.
Y en este sentido, Obama no sólo ha reculado con sus promesas de retirarse de Irak, ha sido obligado a enviar más soldados a la guerra, y está siendo presionado para seguir en contra de Irán. Hasta ha aplazado la fecha de desarticular Guantánamo, como también propuso antes de subir a gobernar. Amén de la decisión de los dictaminadores del Nobel que entregaron a Obama el Premio Nobel de la Paz 2009. Mala determinación, porque nada ha hecho por la paz. Sólo promesas, como la del cambio climático
Es decir, que Barack Obama, a un año de su encumbramiento raya en la decepción entre los estadounidenses y en el mundo. Sobre todo por quienes esperaban una política distinta en muchos sentidos, tratándose de un demócrata y de un presidente negro. Pero nada. Y bastó una muestra. La derrota que sufrió en Massachusetts donde ganaron los republicanos, para que despertara el síndrome de la incertidumbre sobre su persona, y de la decadencia de su gestión. Apenas lleva un año, pero no ha mostrado nada importante. Bueno, la derrota.
Por eso ahora la aceptación de su persona y de su gestión tiende a la baja. Hoy ya nadie le cree a sus promesas. Porque tampoco es un asunto de buena voluntad. Es tema, otra vez para la crítica, el muro al que se enfrentó Obama en ese país donde el conservadurismo de la derecha resulta un hueso duro de roer. Y hasta amenazante. Son los intereses oscuros los que alientan toda la campaña en contra del propio presidente. Los señalamientos de muchos tipos, que lo acusan de “socialista”, “comunista”, “nazi, etcétera, no tienen otro origen. Quieren contribuir a su derrota. No quieran una derrota prematura, porque eso si hunde al imperio, pero se lleva de cola al resto del mundo. Más porque nuestro país —como dijera Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”— está primero.
Por eso la especulación ahora, donde este martes el partido demócrata perdió un bastión importante a manos republicano, Scott Brown en Massachusetts, se pregona que el idilio entre Obama y el pueblo estadounidense no duró ni un año. Es el peor señalamiento de la derrota.

Contacto: sgb33@hotmail.com

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