lunes, 4 de enero de 2010

El 2010, cuentas en tiempo

INSEGURIDAD
4/enero/2010

*El “México bronco”, llamado de alerta
*Las demandas sociales siguen en pie

“Cualquier problema que afecte la vida de una nación será siempre de interés primordial…”. Andrés Molina Enríquez, 1909.

Inicia el 2010. Lo primero que brinca es que se trata de un año en el cual coinciden dos fechas importantes para los mexicanos: 1810 y 1910. Es decir, una reflexión para el ajuste de cuentas. En la trilogía se empalman los festejos o celebraciones de dos acontecimientos fundamentales del pasado-presente del país: el inicio del movimiento de independencia de la España colonialista, y el arranque del movimiento popular revolucionario contra la dictadura de Porfirio Díaz.
La coincidencia de ambos sucesos es motivo para replantear el tipo de nación que surgió de dichos movimientos, a la vez que repensar lo que hemos construido en el presente y si resulta suficiente lo que se ha logrado, más las deudas vigentes; y, al contrario, si subsiste el riesgo de alguna movilización o levantamiento reivindicatorio de todo aquello que no se ha podido —no se ha querido o permitido— construir. Porque ahora existen muchas coincidencias con todo aquello por lo que se luchó en su momento, y que todavía se demanda en el presente.
La lucha iniciada en 1810 por los criollos en contra de la “madre patria” en los tiempos de la invasión napoleónica peninsular, que pretendía romper el cordón umbilical, y con ello el usufructo del flujo de recursos mineros y agrícolas así como el control político de la corona, buscaba la reivindicación del derecho de los hijos de españoles nativos del nuevo continente, a la vez que la autodeterminación en materia económica y en la forma de gobernar. En materia social, además, los independentistas como Hidalgo y Morelos plantearon acabar con la guerra de castas y la esclavitud, base y sustento del florecimiento de las industrias minera y agrícola por la explotación extrema a que sometían tanto a los nativos como a los esclavos traídos desde África exprofeso.
El movimiento iniciado y convocado por Madero en 1910 en contra del dictador Porfirio Díaz, que demandaba democracia y enraizó por la presión generalizada de justicia social a la dictadura que cubrió tres décadas con tres periodos en el poder —el último de diciembre de 1884 a mayo de 1911—, bajo la bandera de la “no reelección”, sigue en pie por el déficit en materia social porque, con todo y el abanderamiento del “partido oficial” durante siete décadas efectivas de control del gobierno, ni siquiera el artilugio del llamado reparto agrario durante algunas décadas logró satisfacer la demanda.
Por eso ha iniciado ya la polémica —de la mano de la iniciativa del gobierno actual para “festejar” ambos acontecimientos— sobre los retos que enfrenta México como nación. 1) Cuestionar el tipo de dependencia que aún existe del exterior, donde el cordón umbilical sigue prendido a la conciencia de los mexicanos tanto desde España como desde otros países como Estados Unidos, pero bajo otras formas. Sobre todo, porque quienes han estado al frente del gobierno han sido incapaces de desprenderse, pese al control del aparato de Estado, de dicha relación de dependencia (con todas las complicaciones que la propia construcción institucional ha requerido), tanto por la ineptitud de las clases dirigentes como por la conveniencia de preservar ese estado de cosas. Por un lado.
Por otro. 2) Las elites que han mantenido el control del gobierno y del Estado, no han querido hacer suyas las demandas de ambas gestas revolucionarias, porque ni han elaborado un proyecto propio e incluyente de nación que impulse el desarrollo desde adentro y para la satisfacción de aquellas necesidades internas (bajo muchas formas siguen vigentes los retos de “Los grandes problemas nacionales”, que elaboró Andrés Molina Enríquez en la primera década del siglo XX), con todo y las enormes riquezas materiales (del campo, la minería, el petróleo) que el país ofrece comenzando por su gente.
Desoír el eco de los acontecimientos a la fecha es un reto para el gobierno actual que encabeza los designios del país. En su momento, como ahora, las causales que han motivado sendas sacudidas populares han sido lo suficientemente fuertes como para que la gente no tenga otra salida que la extrema. Por eso se habla, hoy, del despertar del México bronco. En el balance de ambos acontecimientos revolucionarios, deberá estar presente siempre que el caldo de cultivo ha sido la injusticia social, el autoritarismo, la pobreza, la distribución inequitativa de la riqueza y, como ahora, la falta de oportunidades, entre muchas otras causas.
Deberá tenerse presente durante este 2010 que apenas comienza, que como antaño, ahora subsisten muchas formas del colonialismo primario y métodos generadores de explotación y esclavitud, generadores de pobreza. De igual forma, que el gobierno (antes priista y ahora panista) no está atendiendo las demandas de fondo que requiere el país para evitar otro posible —a la vez que indeseable por el trastrocamiento que deriva de ello— alzamiento reivindicatorio.
En otras palabras, no puede perderse de vista que es el propio gobierno quien, deliberadamente o no, orilla al país al desastre, porque aún con los instrumentos en la mano ha sido incapaz de generar las condiciones mínimas siquiera para encontrar los satisfactores de una vida familiar y colectiva indispensables para la estabilidad social. Esto deberá tenerse en cuenta al elaborar cualquier diagnóstico sobre las expectativas inmediatas del año en curso. Al mismo tiempo que hacer lo indispensable para no solo desactivar, cuanto encarar todas aquellas demandas sociales que son detonadoras del despertar “bronco”. No es por el bien del gobierno sino por el bien de todos. Esa será la mejor manera de conmemorar o celebrar ambas importantes fechas, 1810 y 1910. Con hechos, no con promesas. Porque todos sabemos cuándo y cómo inicia un movimiento social-revolucionario, pero nunca cuándo termina. Apostar a la capacidad de convocatoria del gobierno, en lugar de encender la mecha.

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