domingo, 17 de enero de 2010

Haití, sigue el caos

INSEGURIDAD
18/enero/2010

*Apocalíptica, la situación
*Los problemas comienzan

Haití. La República de Haití. O lo que queda de ella. Tras el terremoto del martes 12 de enero de 7 grados Richter, ocurrido a las 5:00 pm en el subsuelo donde se asienta la capital, Puerto Príncipe, queda muy poco. Desolación y muerte. Nadie calibra el tamaño. Ni siquiera estando ahí porque reina el caos.
Territorio sacudido, y no se sabe cuánta de la población sobreviviente. Porque de los casi 10 millones estimados (9,776.206 en 2008), no hay siquiera el cálculo de los que siguen vivos. Porque tampoco se sabe cuántos han perdido la vida. Ni para la estadística. Y tal vez no se sepa nunca. Pero será una de las pérdidas más lamentables que registre la humanidad en varios siglos.
Aparecerá al lado de otras tragedias como las provocadas por las guerras mundiales. U otras, como las generadas por la destrucción humana: como el mismo tráfico de esclavos desde África durante los siglos XVII y XVIII, o la muerte de nativos encabezada por los imperios en los tiempos de expansión y Conquista. O tal vez el Holocausto al final de la Segunda Guerra Mundial, y tantos más. Pero como fenómeno natural, y por el alcance de la tragedia, tal vez no encuentre símil. Incluso los tsunamis que se han presentado recientemente en Asia, como el provocado por el fenómeno de El Niño.
El Estado no existe ni en el papel. Ese sí que es un Estado fallido. Casi lo era desde antes del temblor. Más en los tiempos de las dictaduras militares, sostenidas en el poder a punta de soldados por los Estados Unidos, como las de la familia Duvalier, padre e hijo. Y al parecer ahora no hay gobierno. Cierto que se perdieron las oficinas del presidente René Préval. Pero al parecer está y no está. Como suele suceder con otros, se quedó pasmado por la catástrofe, superado por la realidad.
Se sabe que Préval no tiene despacho. Tampoco tiene gabinete. Pero también que no está en la coordinación del desastre. Ni en las tareas de rescate, ni en la distribución y el reparto de la ayuda que está llegando. Porque la coordinación ha generado un gran problema. Pero Préval, con salir a las calles a dar aliento a la población, estaría haciendo mucho. Acompañando a la gente en su dolor. A calmarlos en su desesperación. A informarles las pocas nuevas, pero importantes, que significan que el mundo se movilice para acudir en su auxilio.
El problema de infraestructura no es menor. Se derrumbó, se estima, casi el 75 por ciento de los edificios, casas habitables, carreteras. Si no es que más. Muchos extranjeros, entre ellos los propios comisionados de Naciones Unidas están desaparecido. Los daños materiales son incuantificables. Los 550 millones de dólares que ha solicitado la ONU al mundo, tal vez se queden cortos. Habrá que reconstruir al país, comenzando por su capital, piedra sobre piedra. El déficit de vivienda será grande y urgente. Para albergar a las personas que lo perdieron todo. Pero todavía retirar los escombros es tarea monumental.
Mientras tanto reina el caos. Secuela de total desorden. Con brotes de violencia. La gente no sabe qué hacer. Junto al dolor por las pérdidas humanas, la impotencia de no hacer mucho por los que siguen atrapados vivos. Y conforme pasan los días, crece la incertidumbre. Y las esperanzas. Los que sacaron muertos están en natural descomposición. Se han contabilizado 40 mil los arrojados a fosas comunes. Y se estima, también, que el total de pérdidas podría alcanzar los 100 o 120 mil. Pero son estimaciones porque podrían ser más.
Luego de los primeros cuatro días del terremoto, la ONU declaró abandonada la búsqueda de vidas entre los escombros. Pero las cuadrillas de rescate de muchas partes del mundo —entre ellas los “topos” mexicanos que saben lo que hacen— siguen haciendo su trabajo. Cuando ocurrió el terremoto del 85 en México, después de 10 días todavía se encontró a personas con vida. Por eso las labores de remover escombros deberán seguir.
De entre las pilas de muerte que huele a descomposición, pueden brotar las epidemias. Ese es el otro peligro. Tanto por los que ya han sacado muertos, como por los que siguen en descomposición entre los escombros. Problemas inmediatos. Hay riesgo hasta para los rescatistas y las brigadas de ayuda. Pero es otra parte del caos. El enfrentarse con la muerte. Con una situación apocalíptica que supera cualquier previsión o descripción.
La pobreza es el trasfondo de buena parte de los problemas que hicieron crisis en estos momentos de desgracia para los haitianos. Ahí está la obra de los dos países que han dominado al territorio de la isla, desde que les cayó la maldición del conquistador español, francés y estadounidense.
En tanto no se ordena la distribución de la ayuda alimentaria, los hombres deambulan por las calles en busca de comida. El saqueo es parte de la supervivencia. Pero también las amenazas de que la situación se desborde por lo mismo. Por eso el reparto de comida y la atención de los heridos son más que urgentes. Tareas de vida o muerte. Reto que se encima al del rescate y al entierro de los muertos.
Dice la ONU que es la peor tragedia humana a la que se haya enfrentado nunca. El caos de Haití raya en lo inimaginable. Situación apocalíptica. Digna de Dante. La realidad por encima de lo creíble. De lo descriptible. Por lo mismo, todavía no se sabe el tamaño de la catástrofe. Del caos. Ni el tamaño de lo que se avecina. Porque vienen los retos inmediatos y futuros.
Por lo pronto, el mundo hace todo por aliviar el dolor de los haitianos. La solidaridad de médicos cubanos, de rescatistas de todo el mundo, de donantes de alimentos. Algo, por poco que sea para apoyar.
Es la solidaridad del hombre que está siempre presente durante las tragedias. Todo cuanto se pueda hacer cuando antes. Porque luego viene el abandono. Después el mundo se olvida porque la noticia es otra. Y Haití necesita mucho más que ayuda para la coyuntura. Necesita apoyo para sobrevivir como país. Lo logrará después del dolor. Pero para eso todavía falta.

Contacto: sgb33@hotmail.com

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