miércoles, 16 de diciembre de 2009

Relevos sin cambio

INSEGURIDAD
11/diciembre/2009

*Del Banxico a Sedesol
*El paso por Hacienda

Bien para el gabinete calderonista. Mal para México. El presidente Felipe Calderón Hinojosa ha propuesto los enroques respectivos (necesarios) para sustituir a Guillermo Ortiz Martínez del Banco de México, después de 12 años al frente de la institución. Pero sin una idea clara de la responsabilidad que asumen, los propuestos Agustín Carstens Carstens para Gobernador del Banco de México, Ernesto Cordero Arroyo como titular de la Secretaría de Hacienda y Heriberto Félix García como el nuevo Secretario de Desarrollo Social, no le servirán a México.
Comenzando porque no hay rumbo de país. Las promesas de sacarlo de la crisis no tienen fundamento ni se corresponden con las medidas adoptadas en política económica sexenal, ni presupuestales. Y la mayor ineficacia le compete precisamente al gabinete económico; Calderón, Carstens y Ortiz. Menos que conservan los hilos del modelo desarticulador económico neoliberal, que con 27 años de vida sirve sólo a los hombres ricos pero no a los mexicanos.
Eso sí. Felipe Calderón apoya a los amigos. Aparte que los tres propuestos son fieles “servidores”. Carstens dijo recién, ir “a donde lo requiera el presidente”. Esa será la “autonomía” del Banxico para controlar la inflación y ejercer la política monetaria. Cordero por ser compañero desde el ITAM. Félix, esposo de Lorena Clouthier y amigo durante la campaña. Por eso el presidente los presentó como los mejores para ocupar los cargos.
Sin proyecto. No importa cómo desempeñen sus funciones. Ni los cuestionamientos que arrastren cada uno. No interesa que Félix —el mayor desconocido—, como subsecretario en Economía haya hecho poco de lo prometido: transformar a México en un país sin pobreza, justo, y con igualdad de oportunidades. O que Cordero sólo haya “mareado” a los pobres con el pronasolero “Oportunidades”, y nada por regular siquiera el tipo de manejo en las estancias infantiles. Tampoco que sea un perfecto desconocido en el ámbito internacional, siendo que Hacienda requiere de un hombre de fogueo sobre todo en la relación con el sector financiero de los Estados Unidos. Ese será su talón de Aquiles.
Mucho menos que Carstens sea mal garante de la autonomía que requiere el Banco de México. No se olvide que uno de los mayores disgustos de Calderón con Guillermo Ortiz fue el tema de las tasas de interés; cuando aquél pedía que bajaran y éste no cedió a las presiones y, al contrario, las elevó. En junio de 2008, Ortiz alzó las tasas en medio punto, al pasar de 7.5 a 7.75 para contener un posible aumento inflacionario. Esa decisión tuvo el aval del director general del FMI, Dominique Strauss Khan, pero disgustó a Calderón.
Ahora, con Carstens, el presidente está seguro de presentar “la mejor candidatura”, y le apuesta a encontrar una mejor relación entre su gobierno y el banco central. Lo dijo así: “Las designaciones en la SHCP y en el Banco Central, de ser aprobadas por el Senado y sin demerito de la autonomía del Banco de México, permitirán armonizar de mejor forma la relación entre el gobierno federal y el Banco Central, a fin de alcanzar el doble propósito de, por una parte, contar con bajas tasas de interés y así preservar el poder adquisitivo, y al propio tiempo impulsar cambios y transformaciones que permitan acelerar el ritmo de crecimiento de nuestra economía”.
Bonito credo. Pero no bastan las buenas intenciones ni los cambios de primera mano para modificar la política económica, o sacar al país del bache en que se encuentra desde el “catarrito” que le diagnosticó Carstens. Calderón olvida que, por ley, el Banxico no es promotor del desarrollo, como sí lo son los bancos autónomos de otros países. Mucho menos amenazando la autonomía. Recuérdese que ya en 1925, cuando se creó el Banco de México, la exposición de motivos de Plutarco Elías Calles, establecía que “Hay efectivamente, en un banco controlado por el gobierno, el gravísimo peligro de que el interés político pueda predominar en un momento dado sobre el interés público”.
Aparte, que el candado de la “autonomía” se formalizó en la Constitución, en la reforma al Artículo 28 en 1994, donde se amarraron las funciones del Banco Central a: “Su objetivo prioritario será procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional…, acuñación de moneda y emisión de billetes”. Además de “regular los cambios, así como la intermediación y los servicios financieros, contando con las atribuciones de autoridad necesarias para llevar a cabo dicha regulación y proveer a su observancia”. Nada sobre el desarrollo.
Tampoco de promover el crecimiento económico y el empleo. Fiel a la ortodoxia neoliberal (y Carstens es uno de esos Chicago boy), la autonomía del Banxico no basta. Su propósito está cojo. Mantener la inflación bajo control y garantizar al sector financiero la estabilidad necesaria para operar sin riesgo alguno resulta hasta ofensivo. Habría que reformar la Constitución para modificar el propósito del Banco de México.
Y este tema de los relevos, da pauta para que los legisladores discutan la funcionalidad de la Banca Central —con todo que las vacaciones navideñas estén en puerta—. No se diga que para replantear el modelo de desarrollo también hay la coyuntura. Porque la estrategia neoliberal es la que sustenta el papel del Banxico como está hasta ahora. Un modelo abandonado por todos los países, incluso en los EU. Pero eso sería mucho pedir. En fin, que los enroques no operan para beneficiar al país, sino sólo para un proyecto político y un modelo económico caduco.


Correo: sgb33@hotmail.com, blog: http://lavidaespoesa.blogspot.com.
(*) Sociólogo. Exdirector del periódico El Día.

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