miércoles, 2 de diciembre de 2009

Honduras, el abstencionismo

INSEGURIDAD
1/diciembre/2009

*Revés para EU y Micheletti
*Complicada situación política

Amenaza creciente para la democracia continental, tras las elecciones del domingo en Honduras, ese pequeño país centroamericano y bajo el claro aval de los Estados Unidos. Pero Roberto Micheletti, como dice el dicho, en el pecado lleva la penitencia. Porque el presidente de facto de Honduras, no logrará legitimar su gobierno, y corolario que lo acompaña tras la farsa del domingo que vivió el repudio de la población.
El abstencionismo —de al menos el 65 por ciento; para el Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado, está entre el 65 y el 70 por ciento— fue el signo claro de que los ciudadanos de ese país rechazan a los golpistas, entre los que destacan las elites políticas y económicas, los miliares y los representantes del poder legislativo que colocaron el cetro a Roberto Micheletti hace cinco meses, luego de la expulsión de Manuel Zelaya de la presidencia por la fuerza. Todos, particularmente de, o afines a, la derecha usurpadora. Alentados, queda claro ahora más que nunca, por el gobierno de los Estados Unidos que encabeza el presidente Barack Obama, su secretaria de Estado Hillary Clinton, y el embajador Hugo Llorens. Presionados todos por la poderosa derecha estadounidense que detesta a los gobiernos progresistas en la región, considerada todavía como el “traspatio” de su país.
Micheletti había llamado a la población a votar. “No tengamos miedo, porque hay garantías de las Fuerzas Armadas, los reservistas y los policías”. Porque se habían apostado unos 16 mil militares, 14 mil policías y cinco mil reservistas, en torno a las urnas. Pero ¿de quién había de tener miedo el ciudadano al acudir a emitir su voto? Evidentemente que de nadie más que los militares agazapados en torno a los centros de votación para “garantizar” la pretendida legitimidad del inminente fraude electoral a como diera lugar, así sea por la fuerza. Como sucedió, el mismo domingo, en por lo menos la ciudad norteña de San Pedro Sula, donde ciudadanos fueron reprimidos con gases lacrimógenos lanzados por las policías.
Y por las condiciones de la elección fue es que Manuel Zelaya había hecho un llamado: “Como presidente de los hondureños, declaro este proceso ilegítimo y debe ser anulado y reprogramado en un estado de derecho”. No obstante, la gente dio machetazo al caballo de espadas, no asistiendo a emitir su voto. Deslegitimando así la intentona del gobierno de facto de aposentarse en el gobierno sin tener que restituir a Zelaya, el presidente constitucional depuesto, como fue suscrito el 30 de octubre después del retorno clandestino, la acogida en la embajada brasileña y el respaldo popular multitudinario manifiesto de sus seguidores.
Así, tras la elección del 29, entonces el panorama se descompone y complica todavía más la situación en Honduras. Está claro que ahora, pese al rechazo de la población, el gobierno de facto michelettiano y gringo darán por “buenos” los resultados, y tomarán protesta a Porfirio Lobo. Tratando así de continuar la ilegalidad desconociendo a Zelaya y seguir trastocando todavía más el orden constitucional.
Los candidatos con mayores posibilidades, participando en campaña tanto Lobo del Partido Nacional, como Elvin Santos, principal opositor —ambos de derecha—, nunca exigieron cumplir primero con el restablecimiento de la institucionalidad, como lo prometía el usurpador. Porque, ni más ni menos que ambos candidatos estarían coludidos con el gobierno en turno; por no decir títeres de aquél. No hay otra explicación.
Por eso, y porque un gobierno ilegal no puede garantizar una elección democrática, es que ni el proceso electoral ni el resultado del mismo tiene el aval de los hondureños, como tampoco de la mayoría de los gobiernos Latinoamericanos. Y cualquier intento de tomar posesión al candidato “ganador” de este proceso ilegítimo, será alentar una etapa más como consecuencia del golpe del 28 de junio que derribó a Zelaya. En otras palabras. Si no se echa abajo la elección, la situación se complicará peligrosamente. Y con ella los agravios a los hondureños por parte de los orquestadores, y a los latinoamericanos de manos de los Estados Unidos.
Con todo y que las banderas del “ganador”, Porfirio Lobo, sean las de un “gobierno de unidad nacional” o de un “gobierno de reconciliación nacional” sin exclusiones. Se olvida que no se puede reconciliar lo inconciliable de origen. Lo que nace viciado y levanta ofensas no puede erigirse en signo de unidad nacional. Ese es el caso de Porfirio Lobo, declarado ganador por el Tribunal Supremo Electoral con un 55.9 por ciento de los sufragios, toda vez que el escrutinio alcanzaba el 61.89 por ciento del total.
Por eso la mayoría de los países de la región desconocen la legitimidad del proceso electoral hondureño. Así se han pronunciado, entre tantos más, México y Brasil. Por mucho que Micheletti quiera legitimarse, y los EU también acabar con el problema y deshacerse de Zelaya, el proceso electoral de Honduras resultó un fraude más de la derecha continental, que la deja mal parada ante la demanda y el avance de la democracia en la región. Por eso sorprendió, en otro frente y con un proceso distinto, el Frente Amplio que lanzó al candidato de izquierda, José Pepe Mujica, en Uruguay, quien ganó la elección en su país también para la sucesión presidencial.
Porque la democracia camina, merced al avance y el empuje de los pueblos, y no cede fácilmente ante la presión de títeres golpistas de derecha —sean locales o externos—, es que resulta indispensable la denuncia. El repudio a procesos electorales viciados en cualquier parte que se den, es parte de la demanda de limpiar procesos para legitimar gobiernos. Y no las imposiciones de las cuales, ni siquiera en México, estamos exentos.


Correo: sgb33@hotmail.com, blog: http://lavidaespoesa.blogspot.com.
(*) Sociólogo. Exdirector del periódico El Día.

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