viernes, 19 de marzo de 2010

Juárez, visión integral

INSEGURIDAD
19/marzo/2010

*La dialéctica de un dilema complejo
*México-EU, la corresponsabilidad

Construir una visión integral, es lo que hace falta para combatir el problema del narcotráfico y del crimen organizado —no sólo de policías y ladrones— evitando con ello tanta violencia desatada. No sólo en México, sino también con otras partes del mundo como los propios Estados Unidos y hasta Latinoamérica.
Pero en el caso mexicano, en tanto la estrategia contra el flagelo siga como hasta ahora en Ciudad Juárez (el problema es de alcance nacional, pero quedémonos aquí), recargándose exclusivamente en el papel del Ejército, la situación seguirá complicada cada vez porque a todas luces es insuficiente. Ya sobran los reclamos sociales y las pruebas de ello en las estadísticas.
Eso es lo primero que tiene que reconocer el gobierno mexicano para recomponer la estrategia. No sólo porque el problema no cede, sino porque cada vez resulta más difícil para las personas que están viviendo en carne propia la violencia desatada por las bandas que pelean por el control de la plaza en aquella entidad.
No se olvide que Juárez es un sitio estratégico por la cercanía con Estados Unidos vía El Paso, Texas. Y por lo tanto, con el mercado consumidor de drogas —en todas sus presentaciones— más grande del mundo. Esta es la parte que tiene que entender Estados Unidos también para decidir qué hacer.
Es decir, estrategia antimafia y mercado consumidor, drogas y negocio, como algunas facetas de las varias que tiene el complejo problema en el que están metidos los dos países vecinos: México y EU. Y tienen que abordar para acotar primero y acabarlo después.
Porque el flagelo no respeta fronteras. Y no lo hace porque son complementarias. Es el cruce de la droga y de los dólares. Y de otras mercancías como armas y balas (ni se diga la trata de personas en forma de migrantes, y otras). Un negocio de ida y vuelta o viceversa, donde hay intrincados intereses. Por lo mismo el problema tampoco es solo fronterizo. El fenómeno del crimen organizado, se corresponde con otros ilícitos, tiene presencia y movilidad global.
Como tal es un síndrome de la globalización y utiliza las redes económicas y financieras para su realización: compra-venta de droga entre el menudista y el consumidor, mercancía que se paga con dinero en dólares, inversiones más variadas para el lavado, y depósitos bancarios que se acumulan como grandes riquezas ilícitas, y/o que igual se mueven hacia los paraísos fiscales a formar parte del capital financiero global.
Aún así, en los balances se olvida con frecuencia que es un problema de dos. Que ambos países están en el centro. Y tienen una responsabilidad compartida. Porque del lado estadounidense ni lo ven ni lo juzgan así. Al contrario, para ellos es un flagelo mexicano. Por eso le cargan todo el peso. Más en casos como el reciente, donde murieron los empleados del consulado de EU en Juárez. Hay indignación por los hechos.
Claro que hay motivo para la indignación. Pero que haya para reconocer el problema como dilema no tanto fronterizo sino de implicación mayor. Incluso como tema de oferta y demanda, que alimenta un mercado de productores y consumidores.
El problema tiene que plantearse, pues, en su justa dimensión. Y atenderse como tal. Como decimos, bajo el principio de la responsabilidad compartida, pero articulada, no como discurso. Puesto que la violencia no es el motor. Es la secuela del tráfico de estupefacientes entre los dos países. Una consecuencia cuyas raíces penetran una parte de la estructura socialmente dañada. De aquellos individuos que se organizan para operar un negocio altamente redituable. Desde el que planta y procesa, hasta el que traslada y vende. Y el pleito a muerte es por el mercado.
En la parte de la responsabilidad compartida brotan algunos temas. No obstante, lo primero es adoptar la corresponsabilidad como política. Como esfuerzo de la colaboración entre México y EU. Porque las medidas unilaterales, así se presuman como muy efectivas, no funcionarán. Como no están funcionando en México.
Colaboración, claro está, en el marco del respectivo derecho internacional. Y reconocer que se requieren planes propios, sí pero complementarios. Sin mayor injerencia. Para eso puede servir muy bien la próxima cumbre diplomática del martes 23, donde estarán funcionarios de alto nivel de EU y México, del gobierno y la seguridad.
Asumida la responsabilidad pasar a las acciones. Como, por ejemplo, reforzar la vigilancia en los cruces fronterizos. Ser escrupulosos para desalentar los traslados de dinero, droga y armas. Renovar a policías de ambos países para evitar filtraciones por corrupción. Ello no implica la militarización de la frontera. La pesquisa de narcotraficantes es importante pero insuficiente, porque hoy se detiene a uno de un cartel, y mañana se renueva como cabeza de la hidra.
El trabajo debe hacerlo la policía investigadora, de inteligencia. No sólo para detener narcos, sobre todo para desarticular los circuitos del dinero ilícito, en cualquiera de las formas que adopte, sean inversiones o capital financiero. Eso es primordial y funciona con operaciones articuladas. Dialéctica compleja.
Entretanto, la solución no comienza descalificando o lanzando promesas de ambos lados. Que si la presencia del Ejército en Juárez “no ha ayudado a nada”, como declaró la secretaria de Seguridad, Janet Napolitano. Y refutó Gómez Mont: “Una afirmación que a mí me parece reprochable”. Que si se discute “la necesidad de seguir trabajando” (JP Crowley, portavoz del Departamento de Estado). Que no es “una actitud injerencista, más bien una preocupación compartida” de EU, como afirmó Manlio Fabio Beltrones.
Que si hay que “hacer más por ayudar a México a combatir el narcotráfico”, como lo planteó el Congreso de EU. O Allegarle más recursos para aumentar la vigilancia de la frontera, vía el Plan Mérida. Más descalificación y buenas intenciones de entrarle al toro por los cuernos. Un reto más para una relación entre países de por sí compleja.

Correo: sgb33@hotmail.com

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